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Actualizado: 27 de mayo de 2025
La señorita Guichard exhaló un suspiro, se propuso hacer pagar después á Fortunato las humillaciones que la dedicaba, y no pudiendo hacer cosa mejor que esperar, esperó. Al cabo de quince días, como no recibiese noticias de su prometido ni oyese hablar de él, perdió la paciencia y se decidió á informarse.
Efectivamente; cuando empezó la música, yo fui el primero en sacar a bailar a Mary. Después de la charanga comenzó a tocar el tamboril. Genoveva miraba a Agapito melancólicamente con el rabillo del ojo; yo me acerqué a él, y dándole un empujón, le dije: Anda, no seas tonto; sácala a bailar. El se decidió. Agapito bailaba ex cáthedra.
La había encontrado varias veces en los salones de la corte; pero como Lucía afectaba no conocerle, él tampoco se había decidido a saludarla. Sin embargo, no tenía contra ella queja alguna: en la ruptura de relaciones con su madrastra, estaba convencido de que la culpa era de ésta. Viendo que no cruzaba ningún amigo, Miguel se decidió a pasar un rato con la generala.
Pedro, por su parte, no dejaba de mentar á menudo esta romería, que era también la suya, y de prometérselas muy felices para cuando llegase, lo cual aguijaba más y más el deseo de su señora. Decidió por fin ésta, con la venia de su marido, acudir á ella y dijo á Pedro: Si no fuese porque no quiero impedir que te diviertas á tu sabor, tú serías mi acompañante en la expedición.
Pero doña Inés fue más allá de Cornelia: no se contentó con lucir a sus hijos, sino que se propuso competir con ellos y aun superarlos en indumentaria, y decidió que Juanita también la vistiese. Juanita se prestó a todo con el mejor talante y prodigioso acierto e hizo a doña Inés corsés y varios trajes.
Todo lo que había pasado era un sueño, pero, a su parecer, ni el grito ni los labios tibios y húmedos que sintió posarse en su frente eran imaginarios: no podía convencerse de eso. ¿Qué era aquello? ¿Qué había pasado? Estuvo algunos instantes contemplando a Martita mientras coordinaba torpemente las ideas. Al fin, se decidió a dirigirle la palabra.
Después de pasar muchas horas sollozando y pidiendo fuerzas a Dios para soportar su desdicha, resolviose a implorar la caridad; pero todavía quiso el infeliz disfrazar la humillación, y decidió cantar por las calles de noche solamente. Poseía una voz regular, y conocía a la perfección el arte del canto; mas tropezó con la dificultad de no tener medio de acompañarse.
Y todavía repitió varias veces la incompleta canción en honor de su valentía, hasta que al fin se decidió a entrar en la casa. No sentía deseos de acostarse. Adivinando su estado retardaba el momento de subir a la habitación, donde le aguardaba Carmen, tal vez despierta. Ve a dormir, Garabato. Yo tengo que hasé muchas cosas.
¡Qué bien sabe hacer que se mueva la gente! se decía el anciano ; ¡je, je, je!; es un húsar, un ama de casa; no hubiera podido sospecharlo, ¡tan pronto! Por fin, al cabo de cinco minutos, luego de haberlo visto todo, Hullin se decidió a entrar, diciendo: ¡Valor, hijas mías!
A aquella muchacha fiera y escandalosa le importaba un bledo ir a presidio o a la horca con tal de satisfacer su venganza. Era necesario escapar de Madrid. ¿Adónde? Después de meditar varios días este punto, se decidió por París. Aquella inmensa ciudad, emporio de todos los placeres, convenía admirablemente a los fines interesantes que Romadonga perseguía en esta vida.
Palabra del Dia
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