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Actualizado: 13 de junio de 2025
8 Y derramándose allí el ejército por la faz de toda la tierra, fueron más los que consumió el bosque de los del pueblo, que los que consumió el cuchillo aquel día. 10 Y viéndolo uno, avisó a Joab, diciendo: He aquí que he visto a Absalón colgado de un alcornoque. Y tomando tres dardos en su mano, los hincó en el corazón de Absalón, que aun estaba vivo en medio del alcornoque.
Las yemas de las plantas, tan apretadas durante el invierno, tan preservadas por su capa de vello y tan sólidamente cubiertas por sus escamas de goma, abren con alegría su prisión, y como dardos, aparecen en el vacío sus tiernas hojitas; el pájaro, cantando, levanta el vuelo de su nido que las hojas empiezan á abrigar; los mosquitos y las libélulas, salidos de sus larvas, vuelan alegremente por el espacio; á la orilla del agua, que ríe y centellea, se abren las flores amarillas de los ranúnculos y jacintos; hasta las desmoronadas ruinas cubiertas de floridos girofles, parecen rejuvenecidas, como si la primavera, como el invierno, no trabajara igualmente para consumar su destrucción.
La confusión á bordo de ambos piratas fué espantosa y grande la matanza, pues los arqueros lanzaban sus flechas y dardos desde lo alto del enorme Galeón, que dominaba las cubiertas enemigas. Además, en aquella masa compacta, pronta al abordaje del que creían ser punto menos que inofensivo buque mercante, no se perdía una sola flecha y los piratas caían á montones, muertos ó heridos.
Que contra otro se emplea tambien en cierto modo la sátira, cuando la empleamos contra nosotros mismos; porqué si bien se observa, hay en nuestro interior dos hombres que disputan, que luchan, que no estan nunca en paz, y así como el hombre inteligente, moral, previsor, emplea contra el torpe, el inmoral, el ciego, la firmeza de la voluntad y el imperio de la razon, así tambien á veces lo combate y le humilla con los punzantes dardos de la sátira.
Con bolas, flechas, dardos y macanas, La guerra aquí se hizo lacrimosa: El Cristiano que vé sus fuerzas vanas, Y ser la resistencia peligrosa. Dejando su miseria en las sabanas, Los pies pone el que puede en polvorosa, Y al bergantin se acoge de corrida, Por escapar si puede con la vida.
Hallándose Ester dotada de una naturaleza impetuosa y dejándose llevar de su primer impulso, había resuelto arrostrar el desprecio público, por emponzoñados que fueran sus dardos y crueles sus insultos; pero en el solemne silencio de aquella multitud había algo tan terrible, que hubiera preferido ver esos rostros rígidos y severos descompuestos por las burlas y sarcasmos de que ella hubiese sido el objeto; y si en medio de aquella muchedumbre hubiera estallado una carcajada general, en que hombres, mujeres, y hasta los niños tomaran parte, Ester les habría respondido con amarga y desdeñosa sonrisa.
Las demás guardas quedaron atónitas y suspensas del no esperado acontecimiento; pero, volviendo sobre sí, pusieron mano a sus espadas los de a caballo, y los de a pie a sus dardos, y arremetieron a don Quijote, que con mucho sosiego los aguardaba; y, sin duda, lo pasara mal si los galeotes, viendo la ocasión que se les ofrecía de alcanzar libertad, no la procuraran, procurando romper la cadena donde venían ensartados.
Traen estos indios en los labios una piedra azul, como dado, sus armas son dardos, lanzas y rodelas de cueros de huanaco. Las indias traen horadados los labios con un agugero chico, y en él un poco de cristal azul ó verde, visten camisetas de algodon, sin mangas; son bastantemente hermosas, hilan, y cuidan de la casa, y los indios labran los campos, y cuidan lo demas necesario á la familia.
Adorna la fachada un pórtico formado de media docena de pilares de madera que sostienen un balcón, debajo del cual desciende hacia la calle una escalera con anchas gradas de granito. Encima de la entrada se cierne un enorme ejemplar del águila americana, con las alas abiertas, un escudo en el pecho y, si la memoria no me es infiel, un haz de rayos y dardos en cada garra.
Soy rico, soy solo en el mundo, sencillo en mis gustos, inclinado á hacer el bien que puedo, refractario á la envidia y á la maledicencia, y no puedo contemplar, sin estremecerme, los dardos que me arrojan las rivalidades que cercan mi puesto, y la baja adulación de los que me necesitan ó me temen.
Palabra del Dia
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