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Actualizado: 13 de junio de 2025
Palomino, que alcanzó a verlo, lo describe con estas palabras: «En el medio de este cuadro esta el Señor Rey Felipe III armado, y con el bastón en la mano, señalando a una tropa de hombres, mujeres y niños que llorosos van conducidos por algunos soldados, y a lo lejos unos carros, y un pedazo de marina, con algunas embarcaciones para trasportarlos... A la mano derecha del rey esta España, representada en una majestuosa matrona, sentada al pie de un edificio; en la diestra mano tiene un escudo, y unos dardos, y en la siniestra unas espigas; armada a lo romano, y a sus pies una inscripción en el zócalo».
Allí se ostentan en traje de batalla, bajo aquel temible arsenal ofensivo y defensivo, que llevan con tanta ligereza, sólidas pinzas, lanzas aceradas, mandíbulas capaces de partir el hierro, corazas erizadas de dardos, que basta que os abracen para causaros mil heridas. Es de agradecer á la Naturaleza que los ha creado de ese tamaño, pues á ser más grandes, ¿quién hubiera podido luchar con ellos?
No eres ensueño, realidad eres; No finge el alma hechizos tales, Aunque más bella que las mujeres Suya te llamen los inmortales. En la luz pura de tu mirada Amor enciende sus dardos de oro, y son tus labios urna sellada De sus deleites fuente y tesoro. Ora residas lejos del suelo Ora aparezcas en otra edad, Por los tres mundos en raudo vuelo Irá buscándote mi voluntad.
El más esencial primor de la flirtation consiste, a lo que me han asegurado, en disparar dardos tan invisibles, que la persona que los dispara pueda darse por desentendida; en augurar favores sin que se atine jamás ni con el fundamento ni con el testimonio del agüero, y en evocar esperanzas en virtud de conjuros tan misteriosos que no los perciba quien los pronuncie.
Dueños ya los Genoveses de la campaña, ordenadas sus haces llegaron á Galípoli; arrimaron sus escalas, tirando inumerables dardos, apretaron gallardamente el asalto, y mas, cuando vieron las murallas solo defendidas de mujeres. La resistencia mostró luego, que solo en el nombre lo parecian, y en el esfuerzo y constancia varones invencibles.
El sol lanzaba al través del follaje dardos de oro sobre la arena de las calles; el frío era seco y benigno a aquellas horas; las tres paredes del hotel y de la casa de Artegui formaban una como natural estufa, recogiendo todo el calor solar y arrojándolo sobre el jardín.
Palabra del Dia
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