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Gallardo, vistiendo rica zamarra, como un señor del campo, la cabeza descubierta y la coleta alisada hasta cerca de la frente, recibía a su banderillero con zumbona amabilidad. ¿Qué decían los de la afición? ¿Qué mentiras circulaban?... ¿Cómo marchaba «eso» de la República? Garabato, dale a Sebastián una copa de vino. Pero Sebastián el Nacional repelía el obsequio. Nada de vino; él no bebía.

Estoy seguro de que si te trajese el dichoso aderezo reirías en grande. No lo creas. ¿Te figuras acaso que no me acuerdo de la burla que has hecho del sombrero que tu tía Carmen te regaló hace pocos días? Hice mal en burlarme; pero haces también mal en echármelo en cara. La verdad es que, en resumidas cuentas, lo mismo da un sombrero o un aderezo que otro. Corriente; dale expresiones.

Al poco tiempo, como por máquina, principió a murmurar a cada golpe: «¡Dale! ¡Atiza! ¡Buena fue ésa! ¡Vaya una mano!...» y otras semejantes exclamaciones. Terminó la lección de historia sagrada. Antes de tomar la de gramática hubo un respiro. La costurera se puso a bromear alegremente con el mayordomo. Estaba de un humor angelical. ¿Qué tal la carne? Rica, ¡rica de verdad!

Dale un beso a ese caballero. Adviértase que no dijo «al capitánni siquiera «a ese señor oficialTodavía sus labios civiles repugnaban dejar paso a una palabra de orden exclusivamente militar. ¡Pero papá! exclamó la hija menor, roja ya como una amapola. ¡Vamos!... profirió con la diestra extendida y en la actitud más imperativa que pudo adoptar jamás un dios jubilado. No hubo más remedio.

¡Cómo no he de estarlo, señora! ¡Cómo no he de estarlo si lo que me pasa a !... exclamó el joven apretando las rodillas con sus manos crispadas. ¿Pero qué le pasa, criatura? preguntó la señora con una entonación que decía bien claro que lo sabía. Ya que soy un indigno gusano... ¡Dale! ¡Cálmese usted, Timoteo, cálmese!

879 Y dale siempre rosarios, noche a noche sin cesar; dale siempre barajar salves, trisagios y credos; me aburrí de esos enriedos y al fin me mandé mudar. 880 Anduve como pelota, y más pobre que una rata: cuando empecé a ganar plata se armó no que barullo: yo dije: a tu tierra, grullo, aunque sea con una pata.

Pues dispensa, chico... Mañana le diré que todo ha sido una mentira... y hemos concluído. Nada se adelanta ya. Lo que me parece mal no es el resultado, como debes comprender, sino que haya salido eso de ti. Más pierdo yo que . ¡Por lo mismo lo siento! Bien, pues dale expresiones replicó desabridamente levantándose del alféizar de la ventana, donde estaba sentada.

¿A ti no te pesa que me vaya, Martita? dijo mientras se dibujaba en su rostro cierta sonrisa melancólica. ¡Si es tu gusto!... respondió la niña sin levantar la cabeza. ¡Dale con el gusto! Ricardo no tenía ya ningún deseo de marcharse. Estaba furioso contra mismo por haberlo solicitado. De buena gana lo echaría todo a rodar... Pero no dijo una palabra de lo que pensaba.

La señora volvió a decirle: Vamos, hijo mío, no llores... Anda, Calixto, no seas pazguato, dile algo a ese niño... ¿No ves que llora?... ¿Cómo te llamas, hijo? Paquito Luján respondió el niño. Pues no llores, Paquito, que tu mamá te estará esperando en casa... Mira, Calixto, dale una de las cajas de dulces que te he traído..., o mejor será que le des las dos; yo te compraré otras.

¡Dale!, ya pareció aquello respondía don Baldomero Pues yo te probaré... Solía no probar nada, ni el otro tampoco, quedándose cada cual con su opinión; pero con estas sabrosas peloteras pasaban el tiempo.