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Actualizado: 29 de octubre de 2025


Muerta la de Chinchón, no reconocieron sus herederos la validez del trato, y entonces el Duque de San Fernando, cuñado de la muerta y legatario de la alhaja que quisiera escoger en el acervo de la herencia, eligió el Crucifijo cediéndoselo al Rey que lo mandó al Museo del Prado. Es de las más excelentes obras que ha producido el arte de la pintura.

En su juventud había soñado doña Juana con las heroínas de la Vendée; se había entusiasmado con las hazañas y penalidades de la duquesa de Berry, queriendo, como estas hembras fuertes de la religión y el legitimismo, montar a caballo, llevando sobre el pecho un crucifijo y junto a la falda de amazona un sable pendiente. Pero estos deseos no pasaron de ser vagas fantasías.

La Regenta sacó del seno un crucifijo y sobre el marfil caliente y amarillo puso los labios, mientras los ojos rebosando lágrimas, buscaban el cielo azul entre las nubes pardas. Ana leyó en su lecho, a escondidas de don Víctor, los cuarenta capítulos de la Vida de Santa Teresa escrita por ella misma. Fue en aquella convalecencia larga, llena de sobresaltos, de pasmos y crisis nerviosas.

La reclusa entra en ella, cierra cuidadosamente la puerta, y ya está en su casa. ¡En su casa! ¿comprendéis esta palabra? cuatro paredes desnudas, pero blancas; un crucifijo de ébano encima de una mesita de nogal cubierta de flores; una reja que da sobre la verde pradera; una cama estrecha, sobre la cual se puede soñar.

Cabildo, se colocaron á la hora señalada bajo de docel, con sitial por delante, y en él la imágen del Crucifijo y los Santos Evangelios; y comparecieron los Señores Presidente y Vocales de la nueva Junta Provisoria gubernativa, D. Cornelio de Saavedra, Dr. D. Juan José Castelli, Licenciado D. Manuel Belgrano, D. Miguel de Azcuénaga, Dr.

¡Jesús, qué dichosos clavos! exclamó con rabia, dando una patadita en el suelo y mirando con tristeza el desperfecto. Ahora me toca a reír, hermana. Ríase usted, ríase usted sin cumplimientos me respondió con viveza, riendo ella la primera. No soy rencoroso repuse en tono dulzón y galante; y acercándome al mismo tiempo, me incliné y besé su crucifijo.

Me la alargó, y yo, como es lógico, traté de besarla; pero la retiró con fuerza. No, eso no. Aguarda un poco, te daré el crucifijo, como en Marmolejo repuso riendo. Prefiero la mano. ¡Hereje, vete! Dios está en todas partes. Pero, en fin, si quieres darme el crucifijo, lo guardaré con cariño como un recuerdo. Espérate un momentito. Tengo aquí el hábito.

No osa entrar en los templos, ni siquiera se deja caer de rodillas, como antes, frente al sangriento crucifijo del cuarto de su madre. Si oye hablar del infierno se estremece y huye.

Le entró una risa convulsiva cuando puso su mano sobre el ara sagrada... «¿Quién me había de decir?... ¡oh, mi re Dios de mi alma que yo... ji ji ji!...». Apartó el Crucifijo que está delante de la puerta del sagrario, alargó luego el brazo; pero como no alcanzaba, alargábalo más y más, hasta que llegó a dolerle mucho de tantos estirones... Por fin, gracias a Dios, pudo abrir la puerta que sólo tocan las manos ungidas del sacerdote.

Sobre su mesa de noche había un crucifijo de bronce y unas disciplinas ensangrentadas. Al comparar ambos sacerdotes, no sólo sentía crecer su admiración hacia este virtuosísimo varón, pero también, a despecho suyo, nacía en su espíritu cierto desprecio hacia su párroco.

Palabra del Dia

reclinándose

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