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Actualizado: 29 de junio de 2025
El se le cruzó en el camino, y asiendo con una mano el freno de la cabalgadura, levantó con la otra su crucifijo de bronce, repitiendo: ¡Dadme, os digo, unas migajas, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo! Entonces, el anciano, inclinó su cuerpo hacia adelante y, por toda respuesta, escupió dos veces con bárbara osadía la santa imagen del Redentor. Ramiro exhaló un grito de espanto.
Te prometo no separarme de él ni de día ni de noche... Pero voy a suplicarte un favor... que tú misma me lo cuelgues. Maximina vaciló un instante: al fin tomó de nuevo el crucifijo; Miguel bajó la cabeza y el Cristo quedó colgado por la parte de fuera del chaleco. Ahora dijo él con sonrisa maliciosa es menester que lo ocultes debajo de la camisa. No; eso hazlo tú.
Sobre una mesa de ébano, con señales de haber tenido en otro tiempo incrustaciones, había un crucifijo de marfil rajado y amarillento, con sus gotas de sangre abermellonada y sus clavos de plata.
Maximina sacó del bolsillo un crucifijo de plata pendiente de un cordón y se lo entregó ruborizada diciendo: Este crucifijo me lo regaló la hermana San Sulpicio el día de su santo: lo traigo colgado al pecho hace tres años sin quitarlo jamás... Miguel se lo arrebató con alegría. Precisamente iba yo a pedirte una medallita para colgar al cuello. ¡Cuánto me alegro que te hayas anticipado!
De entre aquella cordillera de olvidados expedientes, de los cuales hasta sus dueños habían perdido el recuerdo, y aglomerados allí por la contumaz procrastinación del ilustre Papiniano villaverdino; de entre aquella balumba de papeles amarillentos y polvorosos surgía un crucifijo, un cristo de talla, hecho en Guatemala, al decir de don Juan.
La fundadora, con aquella actividad vivaracha que en todo ponía, dictó a Severiana algunas disposiciones para la ceremonia que se preparaba. «Aquí pondrás la mesilla que está en la otra sala, y se hará el altar. Yo te mandaré un crucifijo, y buscaremos flores... La ropa de la cama hay que ponerla limpia, y adornar todo el cuarto lo mejor que se pueda...».
El que iba delante era un ser raquítico y deforme, cuyos alborotados cabellos rojos aumentaban el volumen de una cabeza enorme; cruel y torva la mirada de los húmedos ojos, parecía lleno de terror y tenía en la mano un pequeño crucifijo que alzaba en alto, como mostrándolo á todos los pasantes.
El fantasma vacilaba, se anegó poco a poco su cuerpo en la penumbra, la blancura del rostro empezó a diluirse y al fin se extinguió también la apariencia de las manos juntas. Pero todavía por un minuto osciló el crucifijo, suspenso en el claror de la luna. Al día siguiente, recordando esta visión, dudó si la había soñado.
Un arca con tiradores a modo de mostrador ocupaba entera la parte inferior del lienzo más grande de pared; un crucifijo horriblemente ensangrentado pendía sobre el arca. Lo primero con que tropezó fue con Celesto que, de rodillas a la puerta, rezaba el rosario.
Hace como un mes que me hallaba sentado en la silenciosa y pequeña celda que tan hábilmente oculta la vasta riqueza de la cual soy hoy el único dueño y que me ha colocado entre los millonarios de Inglaterra, relatándole a fray Antonio los detalles de la trágica historia de Mabel y cuán cruelmente había sido víctima de tanta infamia, y al hacerlo, di rienda suelta a mis pensamientos, expresándome con franqueza sobre la acción cobarde del hombre que se había hundido en las profundidades del río subterráneo; pero el bondadoso monje, de rostro curtido y arrugado, levantó su mano, y, señalándome el gran crucifijo que había colgado en la pared me dijo con su voz tranquila: No, no, señor Greenwood.
Palabra del Dia
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