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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Todos los días crecía un poco el respeto que se consagraba a sí mismo por llamarse Quiñones de León y el desprecio a los demás por haber nacido bajo el estigma de otro nombre cualquiera.
A ella le era muy difícil representar y fingir, por lo que su tormento se crecía considerablemente. «No podré, no podré pensaba al dormirse hacer esta comedia mucho tiempo». A la madrugada despertó después de un profundísimo y reparador sueño, y entonces le dio por llorar, haciendo cálculos, representándose con gran poder de la mente escenas probables, y condoliéndose de no poder ver a su amante a todas horas.
Toda mi dignidad, toda la importancia que yo tenía a mis propios ojos, me venían de ese papel de protectora. Así crecía yo con ese amor, me alimentaba con esa pasión, de la que nunca la menor migaja debía caer para mí de la mesa. Cuando llegó el otoño, noté que Marta manifestaba una agitación extraordinaria.
Salió preocupado, inquieto: en algunos días no pudo quitar de sí el malestar de aquella entrevista. Pero el amor prendía fuego rápidamente en todos los aposentos de su alma y consumió al fin aquel último resto de preocupación. Estaba profundamente enamorado. Y como siempre acaece, a la par que crecía su amor aumentaba también su timidez.
Y su cara roja, sus ojos vivos y abultados, su barba de un color rojizo obscuro, sus anchas y encorvadas espaldas, su caballo y su perro, todo aquello hendía el aire y crecía a ojos vistas. En dos minutos llegó al pie de la sierra, atravesó el prado y desembocó por el puente a la choza.
El famoso Gran Canal, teatro de tanto recuerdo, por cuyas serenas ondas han cruzado tantos valientes capitanes, tantos inspirados artistas, tantas hermosas mujeres, tantos arrojados marinos, todo el senado y aristocracia veneciana en sus elegantísimas góndolas: ese celebrado canal, que ha escuchado tantas palabras de amor, tantas serenatas de trovadores, que ha presenciado tantas citas, que ha servido de palenque á la bulliciosa alegría de sus animadísimos carnavales, ese lindísimo canal, que víó cercar sus riberas por ámbos lados de estupendos palacios de mármol, que se víó surcado, sin quejarse, por tantos centenares de lujosísimas góndolas; ese histórico canal, que crecia en magnificencia y hermosura todos los dias á compas de las conquistas venecianas que le adornaban de mármoles y jaspes preciosos; ese canal, digo, contemporáneo de la grandeza de la república, es hoy testigo tambien de su postracion y abatimiento.
En casa de los padres de Paca todos los años se ponía y era uno de los más famosos y concurridos de la ciudad, porque la tienda poseía un gran patio (donde crecía la parra que le diera nombre), muy acomodado al caso. La reunión de la casa de Velázquez se trasladaba allí en masa por las tardes.
A juzgar por el semblante sombrío, pálido, inmóvil del confesor del rey, debía suponerse que gravísimos pensamientos le ocupaban. De tiempo en tiempo se detenía, leía una carta arrugada que tenía en la mano, crecía su palidez al leerla, temblaba, y volvía á arrugar la carta en un movimiento de despecho.
Todo fué inútil. Su pasión crecía á cada instante. Como fuego poderoso iba devorando rápidamente sus facultades y sentidos, dejándole reducido al papel de un autómata. Esto le perdió. Su excesivo rendimiento, las manifestaciones, cada vez más vivas y públicas, de su amor, engendraron al cabo un poco de hastío en el alma de la hija del guarda.
Pasaban ya de 4,000 los amotinados, crecia el peligro de los europeos, encerrados en la casa de Endeiza, y se aguardaba por instantes fuesen víctima del populacho.
Palabra del Dia
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