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Actualizado: 29 de mayo de 2025


Frente á frente vió una claridad extraña, como toda claridad que brilla durante el día. Aquella claridad se convirtió en llama, que brotaba de un montón de leña. La llama crecía, crecía hasta llegar á una altura enorme; crujían los leños, saltaban chispas; una columna de humo negro subía hasta tocar el cielo.

Y es lo curioso que a medida que la revolución se desencadenaba y el republicanismo de la Fábrica crecía, aumentáronse también las prácticas religiosas.

Crecía la sombra, y de uno de los vagones, venciendo el ruido de la lenta marcha del tren, brotaba un coro apasionado y triste en lengua extraña, un zortzico, entonado a plena voz, por multitud de jóvenes vacos, que, juntos, iban a Bayona.

Ni merienda ni sueño había para las Casas: sentía en sus carnes mismas los dientes de los molosos que los encomenderos tenían sin comer, para que con el apetito les buscasen mejor a los indios cimarrones: le parecía que era su mano la que chorreaba sangre, cuando sabía que, porque no pudo con la pala, le habían cortado a un indio la mano: creía que él era el culpable de toda la crueldad, porque no la remediaba; sintió como que se iluminaba y crecía, y como que eran sus hijos todos los indios americanos.

Porque ésta, lejos de curarse de sus aprensiones, cada día las agrandaba en su imaginación. En Luz, por raro y singular capricho de la naturaleza, se iban desenvolviendo a un mismo tiempo las bellezas del cuerpo y las del alma: todo crecía en ella con prodigioso equilibrio, sin descomponerse ni desfigurarse.

Y la carta no parecía, y su terror crecía. Por la primera vez de su vida blasfemó. Por la primera vez de su vida se creyó el más desgraciado de los hombres. Y por la primera vez se olvidó de su cocina. Esto era lo más grave que podía acontecer á un hombre como el cocinero mayor. Volvió de nuevo á su inútil pesquisa.

Los años sucedieron a los años, tranquilos, suaves, en el goce de la plena satisfacción del trabajo y del deber cumplido. Juan crecía... Su padre le dio las primeras lecciones de ortografía, y el cura las primeras de latín.

Cuando le daban tales pruebas de confianza, delegando en ella la autoridad, la mona se crecía, y aguzado su entendimiento por la vanidad, desempeñaba sus obligaciones de un modo intachable. Doña Lupe, que ya la conocía bien, estaba segura de que sus órdenes serían cumplidas.

La obscuridad crecía, y al fin viniera a ser completa si el resplandor de un reverbero fronterizo no se quebrase en los cristales de la ventana. La vista de la luz hizo saltar en el diván a Lucía. Es de noche exclamó siempre en alto. Atropelláronse en su mente mil pensamientos. De seguro que ya habrían preguntado en la fonda por ella.

El pavimento era de guijarros, y entre ellos crecía el musgo de la humedad. Una frescura de ruina extendíase por esta entrada gigantesca y solitaria. Un gato atravesó el zaguán, saliendo por el orificio de una puerta carcomida de las antiguas cuadras, para desaparecer en los abandonados subterráneos que habían guardado las cosechas en otros tiempos.

Palabra del Dia

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