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Actualizado: 13 de julio de 2025
Un instante después, era introducido en un pequeño salón tristemente embaldosado; sobre la pálida tapicería que cubría las paredes, se oprimían una docena de retratos antiguos, blasonados con el armiño ducal; arriba de la chimenea vi relumbrar un magnífico reloj de concha incrustada de cobre, coronado por un grupo que figuraba el carro del sol.
Si era una virgen, bueno; si era una mujer como Leonora, bien; había que conformarse ciegamente, y el que se detenía como él, el que retrocedía estaba perdido; veía en torno una noche sin fin, y jamás volvía a pasar ante sus ojos el risueño amor coronado de flores, entonando esa canción que sólo se oye una vez en la vida.
Los dos pequeños refugiábanse amedrentados en los brazos de su hermano mayor, y el padre agitábase como un demente, rugiendo maldiciones. ¡Recordóns! ¡Y qué bien habían sabido hacerlo!... Habían prendido fuego á la barraca por sus cuatro costados; toda ella ardía de golpe. Hasta el corral, con su cuadra y sus sombrajos, estaba coronado de llamas.
La había ceñido de altas torres almenadas y de fuertes y gruesos muros; había edificado, sobre gigantescos sillares, en la cumbre del monte Moria, donde fue el sacrificio de Abraham, el maravilloso y único templo del Dios único, y había coronado las alturas de Sion con inexpugnable ciudadela y con alcázar suntuoso.
Prueba evidente de que la victoria había coronado el esfuerzo de los soldados. Ya no se sentían tiros, sólo se escuchaba el clamor de los soldados que en lo alto de las lomas ocupadas dos horas antes por los rebeldes, gritaban alegremente, celebrando con alborozo el triunfo alcanzado.
Esta moza tan meticulosa y apañada piensa Azorín me recuerda esas mujeres que se ven en los cuadros flamencos, metidas en una cocina limpia, con un banco, con un armario coronado de relucientes cacharros, con una ventana que deja ver a lo lejos un verde prado por el que serpentea un camino blanco... Después de comer, Azorín se tumba un rato. A esta siesta le llama Azorín la siesta de las cigarras.
Trae, como veis, una guirnalda de hiedra y de violetas, con que le ha coronado hoy su esposa, para simbolizar el púdico, modesto y apretado lazo con que siempre la tuvo ceñida y prendida.
Dom Pedro reinó durante nueve años, y el 7 de abril de 1831 abdicó el trono en favor de su infante hijo Dom Pedro II. Se nombró entonces una regencia, que gobernó hasta el año de 1840, en que el joven emperador llegó a mayor de edad y fué coronado.
Sobre aquellas almenas había un cuerpo de edificio coronado por una montera de pizarras; en aquel cuerpo de edificio, había una ventana: en aquella ventana el viento ondeaba un pañuelo encarnado. ¡Oh! ¡la señal de muerte! exclamó el bufón.
Ese cráter tibio vese coronado de hielo animado, animal y polípero que, arrojando constantemente de sí un mucus, va elevando ese círculo hasta la baja mar, no más arriba, pues más altos estarían en seco; ni tampoco más abajo, porque necesitan luz. Y si no tienen órgano especial de la visualidad, la luz les penetra.
Palabra del Dia
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