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Actualizado: 13 de junio de 2025


Sobre el peñasco del frente descollaba el fuerte de San Cristóbal, coronado por las copas de higueras silvestres, como lo está un viejo druida por hojas de encina. A pocos pasos de allí descubrió Stein un objeto que le sorprendió mucho. Era una especie de jardín subterráneo, de los que llaman en Andalucía navazos.

Su hijo le pareció así. ¡Había tardado tanto! Se le figuró que nacía a la fuerza, que se le hacía violencia abriéndole las puertas de la vida.... ¡Coronado, Bonis, coronado! decía una voz débil y mimosa, excitada, desde la cama. Bonis, sin entender, se acercó a Emma y le dio un abrazo, llorando. Emma lloraba también, nerviosa, muy débil, demacrada, convertida en una anciana de repente.

A la edad de ocho años lo habían traído á España, sin que nadie adivinase su condición, y vivió primero en Leganés, á cargo del clérigo Bautista Vela y de una tal Ana Medina, casada con un flamenco llamado Francisco, que vino en la comitiva de Carlos V la primera vez que visitó estos reinos el coronado nieto de Isabel la Católica.

¿Y por el trono del Rey? ¿Se imagina usted que a los nobles y al pueblo les hará pizca de gracia verse burlados como los ha burlado usted? ¿Cree usted que seguirán amando y respetando a un Rey que, demasiado borracho para ser coronado, les envió a su criado para que lo representase en aquel acto? ¡El Rey fue víctima de un narcótico y yo no soy su criado!

Vive aún Sancho con vida depravada y el pundonor con su ambición se junta; ¡no está la sociedad regenerada, y la aurora social aún no despunta! ¿Quien no se dignifica en ser Quijote ante la corrupción y la innobleza, para vivir sin denigrante mote coronado con nimbo de grandeza? ¡Buen Quijote, salud! No eres vencido; írguete hasta las nubes arrogante!

Y de repente se echó a reír. ¡Por vida de! exclamó; no le hemos dado mal sofocón a Miguel el Negro. ¡Vamos, vamos! repetí. ¡Y no es malo tampoco el que le espera! añadió con aviesa sonrisa que acentuó las arrugas de su atezado rostro. Corriente, joven, volveremos a Estrelsau. El Rey estará otra vez mañana en su capital. ¿El Rey? ¡El Rey coronado hoy! ¿Está usted loco? exclamé.

Su vieja amistad con el Conde de Chinchón y su parentesco con el Marqués de Velada era causa de que los menos informados le atribuyesen grande influencia en la Corte, ilusión que él mismo alimentaba repitiendo a menudo las dos o tres frases que Su Majestad le había dirigido en su larga vida de pretendiente y mostrando hacia el Monarca una admiración tan grande como el odio recóndito que, en verdad, sentía por aquel espectro coronado, cuya sola mirada le cuajaba los tuétanos.

Dése, pues, ya la sentencia En que sea el cuerpo hermano Y el alma no; que es en vano Querer que tenga paciencia; Pero, aunque vencido estoy Y a la muerte condenado, Quiero morir coronado Pues como víctima voy. Dadme, hermosas flores bellas, Rubí, zafir y esmeralda Para hacer una guirnalda. Haga que compone una guirnalda. JARIFA. Bien es que te adornes dellas.

ABIND. ¡Cuánto se te muestra franco El cielo, hermoso jardín! Bella guirnalda he tejido, Ciña mis dichosas sienes. Póngase la guirnalda. JARIFA. Galán por estremo vienes. ABIND. Y coronado y vencido. JARIFA. Muestra, pondrémela yo, ¿Qué te parece de ? ¿No estoy buena? ABIND. Mi bien, . JARIFA. ¿Soy tu hermana? ABIND. Mi bien, no; Y en lo que os quiero me fundo. JARIFA. Dime ya tu parecer.

Cuatro grupos de faroles con ángeles de oro brillaban en los ángulos, y en su centro encogíase Jesús, un Jesús trágico, doloroso, sanguinolento, coronado de espinas, agobiado bajo el peso de la cruz, la faz cadavérica y los ojos lacrimosos, vestido con amplia túnica de terciopelo cubierta de flores de oro, hasta el punto de que la rica tela apenas se distinguía como débil arabesco entre las complicadas revueltas del bordado.

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