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La dura necesidad de ganarse el pan con el trabajo físico, hacía del vigor un culto, convertía en diversión los alardes de resistencia de los más fuertes, admiraba como héroes á los grandes partidores de leña ó á los expertos barrenadores, y para dar carácter de fiesta á todos los esfuerzos del músculo en el diario trabajo, asociaba á sus juegos al buey, manso y sufrido compañero de la miseria campestre.

No quiere creer en sus sentidos. Todo ha cambiado, todo está embellecido. El patio, que la lluvia en otro tiempo convertía en un horrible pantano y que durante el verano era un hoyo lleno de polvo, luce entonces un verde césped y parece una pradera cubierta de flores. Las puertas del granero y de las cuadras brillan con un hermoso color obscuro y tienen números pintados de blanco.

La grandeza de la Iglesia se le aparecía en aquel momento más grandiosa que nunca. ¡Qué admirable institución! El hombre fuerte que llegaba a lo alto se convertía en un dios omnipotente y temible. Nada de igualdad perniciosa y revolucionaria. El grande siempre tenía razón. El dogma ensalzaba la humildad de todos ante Dios, pero al fijar ejemplos, hablaba siempre de rebaños y de pastores que debían dirigirlos.

»Adiós, querida hermana. Felicidades. »JuanAl escribir esta carta se veía que Machín habla arrugado el papel y lo había mojado con sus lágrimas. Machín, nuestro enemigo, se convertía en nuestro protector y nuestro pariente. HABLA EL M

Sabía perfectamente la duquesa, sin que la quedase la menor duda, que Felipe III era miope de inteligencia; que sólo había heredado de su abuelo Carlos V ciertos rasgos degradados de la fisonomía; que el cetro se convertía en sus manos en rosario; que era débil é irresoluto, accesible á cualquiera audacia, á cualquiera ambición que quisiera volverle en su provecho, y lo menos á propósito, en fin, para regir con gloria los dilatadísimos dominios que había heredado de su padre.

El antiguo boliche del Gallego se convertía en vasto almacén con numerosa dependencia, donde era vendido cuanto puede ser agradable y útil á los que se enriquecen cultivando la tierra, haciéndose además en él todos los negocios, incluso el de banca. El dueño había ganado millones, por otra parte, al convertir sus arenales en campos de regadío.

Bismarck, oculto, vio con espanto que el canónigo sacaba de un bolsillo interior de la sotana un tubo que a él le pareció de oro. Vio que el tubo se dejaba estirar como si fuera de goma y se convertía en dos, y luego en tres, todos seguidos, pegados. Indudablemente aquello era un cañón chico, suficiente para acabar con un delantero tan insignificante como él.

Dábase a pensar que el P. Gil correspondía a su amor, y para creerlo sacaba de quicio todas sus palabras y acciones. Una vez que le había apretado la mano con más fuerza, otra que le había sonreído desde lejos, otra que se había ruborizado al encontrarla, etc., etc. Todo lo convertía en sustancia. Luego el viaje a Palencia era objeto para ella de un minucioso y febril examen.

Al lado de Marta cierto joven ingeniero que acababa de llegar de Madrid convertía en un edén con su charla insinuante y graciosa la tertulia que se había formado para escucharle. Era una tertulia o petit comité, como lo llamaba el ingeniero, compuesta exclusivamente de damas, donde el núcleo estaba constituido por tres señoritas de Ciudad.

En el centro, la torre señorial, que se veía desde Jerez, dominando las colinas cubiertas de viñas que hacían de los Dupont los primeros propietarios de la comarca: una construcción pretenciosa de ladrillo rojo, con la base y los ángulos de piedra blanca; unidas las agudas almenas de su remate por una barandilla de hierro que convertía en terraza vulgar el coronamiento de una obra semifeudal.