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Su rostro se transfiguró, abrió los ojos y me contempló como si viera una visión; pero luego que volvió en , sus facciones readquirieron su expresión de gravedad y de tristeza. ¡Vaya, vaya! ¿Qué tienes, hijita? dijo. Estas no son cosas que haces todos los días. Me rechazó suavemente, y también esta vez permanecí parada, abandonada a misma, con el corazón desbordante.

Mas el uniforme, en vez de estar rematado por unos pantalones, tenía como final una falda corta sobre polainas de cuero rojo. Era la sobrina de Lewis. Había estado dos tardes en Villa-Sirena correteando por sus jardines. Miguel contempló una vez más su enfermiza delgadez, que iba tomando el aspecto miserable de la consunción.

En el interior del edificio volvió á congratularse de la resolución que le había arrastrado hasta allí. ¡Cómo abandonar tales riquezas!... Contempló los cuadros, las vitrinas, los muebles, los cortinajes, todo bañado en oro por el resplandor moribundo del día, y sintió el orgullo de la posesión.

Cuando se levantó y contempló el cadáver, en cuyo semblante se leía la tristeza más profunda, el pesar de toda una vida inútil que se llevaba más allá de la muerte, el anciano se estremeció y murmuró: ¡Dios tenga piedad de los que le han torcido el camino!

Y presa de este vértigo infernal, Montiño adelantó con paso nervioso, lento, marcado, con los cabellos erizados, con los ojos horriblemente dilatados, con la boca contraída, temblorosa, con el semblante lívido, estremeciéndose todo, hacia el cadáver, junto al cual llegó y le contempló de una manera horrorosa en el momento que la clerecía empezaba á entonar el terrible salmo: Dies iræ, dies illæ.

Cada uno en su casa». Augusto la contempló en silencio, asombrado de su hermosura, que cada día iba en dichoso aumento, enriqueciéndose con un encanto nuevo. «Aquí viene bien aquello de a tus pies, marquesa» dijo, levantándose. Y luego, volviendo la vista para observar con una mirada en redondo todo el cuarto, añadió: «Estás perfectamente instalada, marquesa. Magnífico gabinete.

Pensando en esto, que tanto le ayudaba a combatir su desaliento, vio entrar a D. José, el cual venía muy erguido, con los ojos animadísimos, la sonrisa en los labios, y en su rostro una expresión particular y desusada que alarmó a Isidora. Sentándose en el único sillón que en la celda había, el anciano la contempló con éxtasis. ¿Qué había en él? ¿Estupidez o desvarío?

Y como los náufragos agonizantes de hambre y de sed, que en sus delirios sólo ven mesas de festín y clarísimos manantiales, Batiste contempló imaginariamente campos de trigo con los tallos verdes y erguidos y el agua entrando á borbotones por las bocas de los ribazos, extendiéndose con un temblor luminoso, como si riera suavemente al sentir las cosquillas de la tierra sedienta.

El edificio que contemplo sucedió á una iglesia, edificada el siglo XV por Cárlos VIII, en la cual este príncipe estableció la cofradía de la Magdalena, de donde trae orígen el nombre actual de ese monumento.

Asido á una driza, contempló con emoción el espectáculo del mar alborotado, cubierto de innumerables olas y reflejando el negro color de las nubes. Las dos galeras apresadas seguían al Galeón á corta distancia, luchando también con el viento y las olas.