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Actualizado: 19 de junio de 2025
Ante la barbarie refinada, fría y cruel del sabio ambicioso, prefería la barbarie pueril y modesta del salvaje: le molestaba menos, y además no era hipócrita. Por esto los únicos enemigos que le inspiraban conmiseración eran los soldados obscuros y de pocas letras que se pudrían en aquellas tumbas.
Yo me eché a reír, adivinando que se figuraba que todos los gallegos eran criados o mozos de cuerda. Se puso un poco colorada y dijo: No es por nada malo... no crea usted que yo quiero rebajarlos. En los días sucesivos observé que el sentimiento de conmiseración por la desgracia de haber nacido en Galicia no se desvanecía, mostrándome cierta simpatía y benevolencia no exentas de protección.
En 1418, D. Francés de Aranda, consejero y elector de reyes, noble caballero, intrépido soldado, monge fervoroso, alma templada para los grandes hechos y corazón formado para el bien, para la conmiseración y para la caridad inagotable; dejó para los pobres, aparte de otras cosas, una limosna de cincuenta mil sueldos de renta: murió el mismo Aranda en 1441.
Llegaron la víspera, medio aspeados y fugitivos del combate que se trabó en las cercanías, donde a la entrada de un valle fueron sorprendidas y desbaratadas tres compañías del ejército, y aquella mujer, movida de una conmiseración desusada en las circunstancias por que atravesaba el país, les dio albergue durante la noche; pero sabedora de que en otro pueblo no muy distante había guarnición de tropa, les indicó de madrugada el camino que debían seguir hasta incorporarse a ella.
Las ilusiones sólo duran en mí una corta temporada, y pasan sin dejar rastro. Soy digna de lástima, créame usted. Miraba al torero con ojos de conmiseración, adivinándose en ellos una curiosidad lastimera, como si le viese de pronto con todos sus defectos y rudezas. Yo pienso cosas que usted no comprendería continuó . Me parece usted otro.
Sentía la necesidad de convencerse á sí misma de que aún guardaba su antiguo poder de seducción, trastornando la existencia del joven ingeniero... Y ahora debía sufrir cruelmente en su vanidad, al verse despreciada por el único hombre que había llegado á interesarle en este desierto. Robledo acabó por compadecer á la esposa de Torrebianca con una conmiseración algo despectiva.
He pasado el charco siete veces, estoy sin sangre, y ya me corresponde retirarme a descansar con doce. ¡Maldita sea mi suerte! El cesante más digno de conmiseración es aquel que sólo pide unos cuantos días más de empleo para poder reclinar sobre la almohada de las Clases Pasivas una frente cargada de años, de sustos y de servicios. iii
Y sin embargo, por una contradicción de su carácter, sentía a la vez gran miedo pensando en lo que podría decir cuando llegase a Buenos Aires. Aún estaban a tiempo. Ella imploraba la conformidad de Fernando poniendo unos ojos suplicantes. Pero Ojeda acogió tales proposiciones con una sonrisa de conmiseración. Era una loca: inútil todo esfuerzo para disuadirla.
Pues ahora, para que Francisca se acuerde de mi pobre Pura y rece por ella... ¿Me promete usted que rezarán por ella y por mí? Sí, señor: rezaremos a voces, hasta que se nos caiga la campanilla. Pues aquí tengo doce duros, que destino al socorro de los necesitados que no se determinan a pedir limosna porque les da vergüenza... ¡pobrecitos! son los más dignos de conmiseración».
Esta antipatía de Fortunata no estorbaba en ella la estimación, y con la estimación mezclábase una lástima profunda de aquel desgraciado, caballero del honor y de la virtud, tan superior moralmente a ella. El aprecio que le tenía, la gratitud, y aquella conmiseración inexplicable, porque no se compadece a los superiores, eran causa de que refrenase su repugnancia.
Palabra del Dia
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