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Actualizado: 20 de noviembre de 2025


Nada le importaba Andresito; pero a pesar de esto, sentía cierta satisfacción pensando que estaba a sus espaldas viéndolo todo. ¡Proporciona tanto gusto hacer sufrir...! El poeta sufría como uno de los condenados de aquel poema de Dante, cuya lectura nunca había podido terminar.

»Ítem, habiendo considerado que esta secta infernal de hombres condenados a perpetuo concepto, despedazadores del vocablo y volteadores de razones, han pegado el dicho achaque de poesía a las mujeres, declaramos que nos tenemos por desquitados con este mal que las hemos hecho del que nos hicieron en la manzana.

Pero un muchacho, sacando medio cuerpo fuera de la valla, respondió desde abajo, alzando los puños: ¡No! ¡No! ¡Al fuego y a cenar con el Demonio! Entonces nueva explosión de odio santo y homicida estalló en todas las gargantas: ¡Al fuego! ¡al fuego! Y los condenados comenzaron a desfilar entre un clamor sibilante y bravío comparable a la crepitación de un incendio.

Aquellos condenados nos llevaron a Inglaterra, no como presos, sino como detenidos; pero carta va, carta viene entre Londres y Madrid, lo cierto es que se quedaron con el dinero, y me parece que cuando a me nazca otra pierna, entonces el Rey de España les verá la punta del pelo a los cinco millones de pesos. ¡Pobre hombre!... ¿y entonces perdiste la pata? le dijo compasivamente Doña Francisca.

Del valle se elevaba un canto marcial y sonoro, más grato para los sitiados que la más armoniosa melodía. ¡Allí, allí! prosiguió Simón. Vedlos que salen del bosque y toman el camino del castillo. Han visto las llamas y también la turba de esos condenados y cantan como siempre que la Guardia Blanca se prepara á dar y recibir testarazos. ¡Ah, valientes! ¡Á , Yonson, Roldán, Vifredo!

Un filósofo alemán que prolongó su vida a fuerza de prudencia, el célebre Kant, cuando daba su cotidiano paseo higiénico, tenía cuidado de cerrar la boca y de respirar exclusivamente por la nariz ¡tanto temía al aire que le rodeaba! Pero, entonces, querido doctor, ¿todos estamos condenados a morir del pecho? Mueren muchos, señora, y los homeópatas no lo evitan. ¡Pero también curan muchos!

Bajo el cielo límpido y tachonado de estrellas, parecía que flotaba un grito de odio y de venganza. Y dentro de aquella tranquilidad, y de aquella atmósfera tibia y serena, unos hombres, verdaderos condenados, maldecían la vida que se arrastraba para ellos en el sufrimiento y la miseria, sin esperanza. El vigilante enseñó á Tragomer la cordelería y le dijo: Ahí tiene usted la casa.

De la impresion estamos seguros porque está intimamente presente á nuestra alma; de sus relaciones con el objeto que la produce, nos cercioramos por la repeticion de ella, con el auxilio de otras sensaciones, ya del mismo sentido, ya de otros; pero todo instintivamente, con poca ó ninguna reflexion, y siempre condenados, por mas que reflexionemos, á llegar á un punto del cual no podemos pasar porque allí nos detiene la naturaleza.

A pesar de esto yo era feliz, porque la tenía en mis brazos, apartábale de la frente los desordenados cabellos, y con mi pañuelo limpiaba sus lágrimas divinas, con las cuales se refrescarían, si las bebieran, los condenados del Infierno... El pérfido Lobo no se apartaba de allí, y desde luego me parecieron sospechosos el esmero y solicitud con que la atendía.

Los prisioneros fueron condenados á muerte por los tribunales, pena que el Congreso determinó se conmutara por otras. Formulada, discutida y sancionada la Constitucion federal de las siete provincias venezolanas, se publicó el decreto en 21 de Diciembre.

Palabra del Dia

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