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Actualizado: 26 de septiembre de 2025


Y, estando un día a la mesa con los duques, y comenzando a poner en obra su intención y pedir la licencia, veis aquí a deshora entrar por la puerta de la gran sala dos mujeres, como después pareció, cubiertas de luto de los pies a la cabeza, y la una dellas, llegándose a don Quijote, se le echó a los pies tendida de largo a largo, la boca cosida con los pies de don Quijote, y daba unos gemidos tan tristes, tan profundos y tan dolorosos, que puso en confusión a todos los que la oían y miraban; y, aunque los duques pensaron que sería alguna burla que sus criados querían hacer a don Quijote, todavía, viendo con el ahínco que la mujer suspiraba, gemía y lloraba, los tuvo dudosos y suspensos, hasta que don Quijote, compasivo, la levantó del suelo y hizo que se descubriese y quitase el manto de sobre la faz llorosa.

Cuando los presos llegaron, las puertas y los alrededores del cuartel estaban invadidos por numeroso público, no tan grosero y soez como el de la mañana. Lo componían personas de más categoría, estudiantes en su mayor parte, hidalgos y empleados. Este público guardó prudente y compasivo silencio al verlos entrar. Fueron introducidos uno por uno en la vasta sala del Consejo.

Con todos estos defectos, que aquí y en otras partes muchos consideran virtudes, aunque virtudes exageradas, D. Gumersindo tenía excelentes cualidades: era afable, servicial, compasivo, y se desvivía por complacer y ser útil a todo el mundo aunque le costase trabajo, desvelos y fatiga, con tal de que no le costase un real.

A pesar de la entonación seria con que pronunciaba estas palabras y del gesto triste y compasivo con que las acompañaba, creí advertir debajo de ellas una ironía feroz que me causó miedo y repugnancia. Para elecciones reñidas, las que yo he presenciado en Jerez a raíz de la restauración dijo Villa. Durante los años de la revolución, parece que la gente tomaba menos interés en ellas.

La imaginacion acompaña siempre á la idea, mas no es la idea; y la prueba evidente é irrefragable de la distincion y diferencia de estas cosas, se halla en que si en el acto mismo de tener la imaginacion de un piélago de luz, de un anciano, de un rostro airado ó compasivo, de manantial, de extension etc. etc., se nos pregunta si Dios es algo de aquello, si tiene algo de parecido á nada de aquello, responderemos al instante que , que esto es imposible; lo que demuestra la existencia de una idea que nada tiene que ver con aquellas representaciones, y que esencialmente excluye lo que ellas incluyen.

¿Quién me hubiera dicho que él, el pobre enfermo que en esos momentos tenía ante mis ojos, y a quien miraba compasivo, llegaría en día no lejano cuando por segunda vez nos halláramos en la vida a tener una influencia tan decisiva en mi destino, como en realidad la tuvo?

Coronel, siempre fue inconstante esa mujer decía un amigo compasivo, con afectado interés y plañidero tono, y es natural que un día se haya escapado del animal de su marido; pero que le deje a usted, coronel, que realmente le haya burlado, esto es lo que no me puedo acabar.

Una señora exclamaba: «¡Ya lo creo que estarían buenas! ¡Que se acuerde de las que comía en casa de su padreOtra decía: «¡Vaya por Dios, señor; yo con estas cosas me mareoMás allá murmuraba una vieja: «¡Qué mundo éste y cuántas vueltas da!» Y todas ellas hacían coro con sus risas maliciosas y sus dichos punzantes á la mímica del jugador, el cual, así que concluyó de representar la escena, volvió á coger la bolsa y dijo como hablando consigo mismo en tono entre compasivo y desdeñoso: «Á esta pobre Laura le sienta el condado como á un Cristo un par de pistolas». Las señoras le miraron con respeto y rieron discretamente este chiste que cerraba la serie de los pronunciados con tal motivo.

Después fue distribuyendo por los bolsillos de su traje las cucharas y los otros objetos. La inmensa decepción que le había hecho sufrir la cándida avaricia de su abuela trocábase en compasivo regocijo al ver el cuidado con que envolvía el resto de sus baratijas. Ya has visto el tesoro siguió diciendo la vieja con voz misteriosa . eres el único que lo conoce. Cuidado con hablar.

Se creía tan por encima de sus primas en esto, que cuando se trataba de prendas de vestir, de la elección de un color, flores o adorno cualquiera, la de Rufete manifestaba a las de Relimpio un desdén compasivo. «Estas pobres cursis decía para de despepitan por imitarme, y no pueden conseguirlo». Algo de verdad había en esto. Isidora tenía una maestría singular y no aprendida para arreglarse.

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