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Actualizado: 19 de junio de 2025


Se me ocurre un asunto bonito, cojo la pluma e inmediatamente me digo: ¿Le gustará este tema al señor de Guadalajara? Yo tengo la sensación de que escribo únicamente para este señor, y no quisiera defraudarle. Este señor vive en un pequeño pueblo de la provincia, donde, por desgracia, yo no he estado nunca. Ignoro en absoluto la ideología local, y esto pone en mi trabajo dificultades enormes.

Otra vez, el marqués hacía pregonar que el día de su santo daría una peseta a todo cojo que se presentase en su casa. Circulaba la noticia por todas partes y el patio del caserón llenábase de cojos de la ciudad y del campo; unos apoyados en muletas, otros arrastrándose sobre las manos como larvas humanas.

45 Y si tu pie te hace caer, córtalo: mejor te es entrar a la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en la Gehena, al fuego que no puede ser apagado; 46 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. 47 Y si tu ojo te hace caer, sácalo: mejor te es entrar al Reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado a la Gehena;

El estremecimiento y el ruido dejaron a Bou parado y sin aliento, los vidrios estallaron en pedazos mil, la puerta de la casa saltó del quicio, y el vecindario, alarmadísimo, salía gritando a la calle con pánico horrible... ¡Ah pillete aristócrata! dijo Bou serenándose al comprender lo que era . ¡Si te cojo!...».

Vamos a ver; ¿no estabas en la tienda de Fuejos cuando entró esta mañana a las doce la tiple, y anduvo escogiendo botas y pidió la última novedad, y Fuejos le enseñó unas como estas? ¿Y no te preguntó la tiple a ti tu opinión, y no dijiste que eran preciosas... y no se las calzó allí delante de vosotros, delante de ti y del hipotecario Salomón el Cojo? ¡Pues hombre, si todo esto me lo contó el zapatero, y por eso yo le compré estas; porque no había vendido más que otras, y esas a la tiple, que viste muy bien!

En mis manos tiene un brillo de relámpago y en mi pecho enciende redentor afán, y en su empuñadura, cuando ya la cojo, siento el loco empuje de una tempestad. Ya están en mis manos las dos sacras hoces que el herrero anónimo para forjó: la de hierro duro, que es mi fortaleza, y la de oro fino, que es mi ensoñación.

4 Nunca respondas al loco en conformidad a su locura, para que no seas también como él. 5 Responde al loco mostrándole su locura, para que no se estime sabio en su opinión. 7 Así como camina el cojo; es el proverbio en la boca del loco. 8 Como quien liga la piedra en la honda, así es el que da honra al loco.

Antes soltará un ala de las entrañas; empeñada y resentida anda conmigo, y mucho será que no tengamos encierro, duende y comedia para rato... y cada minuto me parece ahora una eternidad; anímate, hijo, y cuenta por tuya una razonable cantidad de los de á ocho y una bandera en los tercios de Italia. Os cojo la palabra. Entonces, si quieres cogerme, suéltame. Os soltaré, ¡vive Dios!

El cojo, como si la esperara, la invitó a pasar adelante y subir. En lo alto de la escalera había otro criado que, sin aguardar a que ella preguntase, abrió con mucho respeto una mampara. Esto animó a Isidora. Dentro de ella se reía un sentimiento y lloraba otro. Andaba como una máquina. Su corazón no era corazón, sino un martinete que daba golpes terribles.

La novela quedó deshecha en un instante. En su vista el delegado y Mario tornaron el tren de la mañana para la capital, por ir más de prisa. El cojo quedó detenido por si acaso, y se dio orden para que se le trasladase a Madrid. Mario, profundamente abatido, guardaba silencio mientras el tren se acercaba velozmente a la capital. Las lágrimas corrían a menudo por su rostro pálido y ojeroso.

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