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Actualizado: 13 de mayo de 2025


El conde la detuvo con un gesto. Espera. Amalia permaneció inmóvil, con la mano en el marco de la puerta, clavándole una mirada penetrante. El conde siguió paseando todavía algunos momentos sin hacer caso de ella. Está bien dijo con voz enronquecida, parándose; no se efectuará el matrimonio. me dirás lo que debo hacer. Su rostro demudado revelaba la calma de la desesperación.

Y aseguran que, cuando murió, fué porque todos sus gatos se le echaron encima, clavándole las uñas en el cuello, y desgarrándole la garganta en girones, hasta dejarlo, después de horribles sufrimientos, exánime en un charco de su propia sangre.

El picador, sobre esta debilidad agónica, dirigíase al encuentro de la fiera. ¡Vaya por ustés! gritaba arrojando su sombrero a un grupo de amigos. Y apenas se colocaba ante el toro, clavándole su pica en el cuello, hombre y caballo iban por lo alto, partiéndose el grupo en dos piezas con la violencia del choque y rodando cada una por su lado.

Cecilia los vió partir y se puso a rondar el cuarto de su cuñado sin atreverse a entrar. Este, al salir en busca de Pablito, se la tropezó en el pasillo, que estaba medio a obscuras. La joven le cogió repentinamente la mano, se la apretó con fuerza, y clavándole una mirada anhelante, le dijo: No te batas, Gonzalo.

¿Es que ya no te gusto? preguntó el pintor cínicamente clavándole sus ojos verdosos chispeantes de malicia. Elena le miró fijamente sin turbarse y alzando los hombros profirió con displicencia: Tienes demasiado talento para .

Después, ensangrentadas la frente y las astas, se paseaba alrededor del circo en actitud de provocación y desafío, unas veces alzando soberbio la cabeza a las gradas, donde la gritería no cesaba un momento; otras, hacia los brillantes chulos, que pasaban delante de él, a manera de meteoros, clavándole las banderillas.

Se acometen los dos: El chalán blande su pica, y el segundón, con arrogante brío, sigue clavándole los ojos, puestas en alto las manos ensangrentadas, para guarnecer su cabeza desnuda. Restalla el golpe. Entre las manos del segundón queda la pica, que vuela por los aires, luego, partida en dos. La lucha continúa brava, bella, rugiente.

Esa es una falta de cortesía. ¡Bien... mejor!... Y , que eres una chica amable y bien educada, no serás capaz de cometerla; estoy seguro de ello. ¡Qué pez me ha salido usted! dijo ella clavándole una mirada entre respetuosa y burlona. No por qué dices eso repuso él con fatuidad. Vamos, déjeme en paz y váyase a cazar. Y al decir esto, fuese a sentar un poco más lejos.

Jesús, con su nimbo dorado que brillaba entre las sombras reflejando la última y triste claridad de la ventana, y su luenga túnica de infinitos pliegues, extendía las manos hacia ella, clavándole al mismo tiempo una mirada dulce y profunda.

Al mismo tiempo dió un paso hacia la joven; pero ella retrocedió y sacando apresuradamente otro fósforo encendió la bujía. Luego se plantó delante de él erguida, altanera, pálida, clavándole con furor sus ojos llameantes. Hubo un momento de silencio. La cólera le apretaba la garganta, no dejando salir las palabras. Al fin exclamó con voz alterada, extendiendo la mano: ¡Sal de aquí, canalla!

Palabra del Dia

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