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En La república al revés se pintan con tanta energía como animación los disturbios y altercados de familia de la corte de Constantino Porfirogeneta. Constantino despoja del trono á su madre, la destierra, y ordena que le quiten la vida. Cásase con Carola, hija del rey de Chipre, pero se apasiona pronto de una dama de la corte y encierra á la Emperatriz en la cárcel.

Las dos criadas, que entraron en pos de ella, colocaron también sobre la mesa blanco pan, anchas copas y sendos y grandes jarros. Señalándolos Teletusa con el dedo, habló así: Este es vino rancio y seco de Chipre, néctar exquisito, consagrado a Venus, cuya fue aquella isla, allá en las edades felices en que vivieron y reinaron las diosas entre los mortales.

La hermosa ciudad del Occidente, ceñida, como la diosa de Chipre, de su blanco cinturón de espuma, lanzaba una fresca y alegre carcajada. ¡Oh, feliz el que la haya oído reir de este modo! ¡Más feliz aún el que pueda vivir y morir en su seno amoroso, bañándose en su aire tibio bajo un cielo trasparente, escuchando los besos incesantes de su mar azul que riza la brisa!

El pobre Perícles, que imaginaba tal vez erradamente que las bellas artes servían para deleitar, serenar y levantar el espíritu, sólo consigue con esta flamante arte bella que se le levante y revuelva el estómago, y le fuerce a hacer una libación en honor de Esculapio con el vino de Chipre que bebió en su última cena al lado de su bella Aspasia, que ha conservado en el sepulcro, durante veintitantos siglos, y que le ha hecho soñar allí mil divinos primores.

El primero de estos dos escritores, llenos de talento, dignos también de alabanza por sus obras en otros géneros literarios, es Micer Rey de Artieda, infanzón de Aragón, nacido, según unos, en Valencia, en el año de 1549, ó, según otros, en Zaragoza . Consagrado al estudio desde sus primeros años, recibió á los diez y siete el grado de doctor; enseñó largo tiempo en Valencia astronomía; entró después en el servicio militar, asistiendo á las funciones de guerra más importantes de la época, como al levantamiento del sitio de Chipre y á la batalla de Lepanto, y distinguiéndose en ellas hasta alcanzar el grado de capitán . Parece que pasó en Valencia la última mitad de su vida, pues se encuentra en ella desde el año de 1591 al de 1613, en que murió, figurando entre los miembros de la Academia poética de los Nocturnos.

Yo he leído en antiguas historias y de buena tinta que se distinguió como hábil capitán, venciendo al Faraón del alto Egipto, acérrimo contrario del Faraón pastor a quien él servía, y domando en Chipre los filisteos, gente rubia y belicosa que habían venido del Norte, que se habían apoderado de aquella isla, y que mucho más tarde se repuso, invadió la tierra de Canaan y le dio nuevo nombre, aunque hizo en ella grandes estragos.

La diosa Vénus salió de Chipre, viajó por el mundo, y se hizo idolatrar aquí en la elaboracion de la materia. Tratar de hacer algo en Paris, es tratar de hacer una Vénus, un ídolo, una melodía. Alguna vez esta melodía deja escozores en el oído; acaso esto sucede más de alguna vez; pero la melodía brotó, se operó el prodigio; ¿qué significa lo demás? ¡Siempre el palaustre!

Hay en esto, como se nota á primera vista, germen apropiado para un desarrollo lleno de interés; añádase que el poeta supone que el verdadero Rugero se ha enamorado á su vez de la hermana de Segismundo, cuyo retrato ha visto, y que le lleva á Chipre, haciendo nacer celos fundados entre estas dos enamoradas parejas, ya por la mudanza de los nombres, ya por otras causas, y entretejiendo con mucha habilidad en el argumento estos hilos diversos; todo lo cual demuestra que es justa la censura favorable que se ha hecho de esta obra, y que sus bellezas y el ingenio mostrado por su autor, corroboran con razón su gran fama.

Nada puedo ver, contestó el interpelado con melancólico acento, porque con las prisas que vos nos dáis siempre que se trata de ir á romperse el alma con alguien, tengo atragantada una ostra como el puño y no puedo olvidar la botella de vino de Chipre que tuve que dejar sobre la mesa, sin más que catarlo.

Poco le cuesta, por lo tanto, hacerlos viajar de monte en monte. Así es que cada cima tenía su dios y hasta su pléyade de reses celestiales. Zeus vivía en el monte Ida, así como en el Olimpo de Grecia, en los de Creta y Chipre y en las rocas de Egina. Apolo tenía su morada en el Parnaso y en el Helicón, en el Cileno y en el Taigeto, en todos los montes diseminados que se elevan fuera del mar Egeo.