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Le era casi indiferente llevar la noticia a Godfrey, puesto que al mismo tiempo le iba a ofrecer el recurso de dinero de Marner, si Godfrey chillaba, como sucedía siempre que se le hablaba de contraer una nueva deuda, de lo que él sólo sacaba la menor parte; pues bien, no rezongaría mucho rato. Dunstan estaba seguro de que mortificando a Godfrey siempre le haría hacer lo que quisiese.

En una encrucijada chillaba persiguiéndose un grupo numeroso de niños; sobre el verde de los ribazos destacábanse los pantalones rojos de algunos soldaditos que aprovechaban la fiesta para pasar una hora en sus casas.

Rechinaba sin cesar el torno, bajando o subiendo la plancha, y en la banqueta más alta del elegante mail-coach chillaba Leopoldina Pastor como una desesperada, gritando que aquellos indecentes caballos iban a despeñarla por la montaña abajo... Sentado a su lado, el tío Frasquito, con un finísimo pañuelo prendido en su sombrero de paja para preservar de los ardores del sol la blancura de su cutis, miraba con gesto de susto lo profundo del precipicio y agarrábase a cada vaivén del coche a los hierros del asiento, gritando angustiado: ¡Currra, porr Dios, cuidado!... ¡Cuidado, Currra!

El pobre animal había salido de la casa por primera vez, y parecía decidido á no volver á entrar, pues saltaba y chillaba con un gozo, una travesura y un aire de expansión desconocidos en él. #Aclaraciones#.

La cosa era sencillísima: bastaba con que la colonia madrileña residente en París se presentase en la embajada española, cogiera por un brazo al embajador y lo plantase en la calle, proclamando allí mismo por rey de España al príncipe Alfonso. ¡Ya contestarían al punto del otro lado de los Pirineos!... ¿Que chillaba el embajador?

Tengan calma, porque si no me veré en el caso de llamar a una pareja. ¡El talonario, el talonario! chillaba Jacinta, dando también palmadas. Paciencia, paciencia. No tengo aquí el talonario. Está abajo, en el escritorio. Luego... ¡Bah!... ¡se está burlando de nosotras!... No, no dijo Guillermina con ardor , ya no puede volverse atrás. Yo no me voy ya sin la firma.

El príncipe protestaba de estas carreras, buenas para los prados natales, y sus recriminaciones establecían entre los dos un alejamiento hostil. «A ella no le chillaba ni su madre. Ya era mayor de edad para saber lo que debe hacerse...» Y tenía quince años.

En el silencio de la noche sonaban los crujidos de las cepas al dilatar su corteza resquebrajada por el calor. La cigarra chillaba furiosa en los surcos, abrasada por la tierra; la rana roncaba a lo lejos, cual si la desvelase la falta de frescura de la charca. Los acompañantes de Dupont, en mangas de camisa, alineaban bajo las arcadas las innumerables botellas traídas de Jerez.

Y mostró un lacayo, que era el Adjetivo Necesario. Quítenmela, que la mato chillaba la Religión, que había venido á las manos con la Política; quítenmela, que me ha usurpado el nombre para disimular en el mundo sus socaliñas y gatuperios. Basta de indirectas. ¡Orden! dijo el Sustantivo Gobierno, que se presentó para poner paz en el asunto.