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En el vivo interés que este diálogo tenía para las dos mujeres, a veces los cuatro vigorosos brazos metidos en el agua se detenían, y las manos enrojecidas dejaban en paz por un momento el envoltorio de ropa anegada, que chillaba con los hervores del jabón.

El pobre animal retrocedia, avanzaba, ladraba, se mordia á mismo, chillaba, gruñia, y cuanto más se meneaba, más se encendia la lana. El amo le llamaba, y queria apagar el fuego, pasando el baston á raíz de la piel; pero el palo le lastimaba las quemaduras, y el perro aturdido hacia ademan de morder al amo, con una rabia y un atolondramiento indefinibles.

Talín chillaba, aullaba como un condenado viendo su muerte cercana. Al cabo, Regalado abrió piadosamente la puerta de la sala y el desgraciado pudo huir sustrayéndose á la negra parca. Cuando se vió lejos de las iras de su amo, sin dejar de exhalar gemidos lastimeros tuvo espacio para reflexionar. ¡Aquello era muy extraño! ¡mucho! ¿Por qué tal cólera insensata?

¡Estás bonita! exclamaba Lola, la mayor de Sobrado . ¡Puerca, babada, te quedarás sin dientes! No me impies chillaba el angelito ; no me impies... voy a chucharme ota ves. Y sacaba de la faltriquera un adarve del castillo de la tarta.

¡La hipócrita y la deslenguada es usted! exclamó Pablo, furioso, cogiéndola del brazo y tirando de ella. Se empeñó una lucha deplorable en medio del patio; chillaba el chico, y las muchachas, asustadas, refugiáronse en sus habitaciones. ¡Déjeme usted, que me hace daño! decía Pepa, agarrada con ambas manos a la reja del zaguán. Pablo Aquiles la soltó.

Y extendía los brazos y chillaba imitando el grito de las aves de rapiña. Y su risa era tan grande que el exceso de alegría bañaba sus mejillas de lágrimas. ¡Ijujú! concluyó gritando con su voz de bronce. ¡Viva Lorío! Un hombre saltó en aquel momento en medio del corro y gritó con voz estentórea: ¡Muera! Aquel intrépido guerrero era el hijo del tío Pacho de la Braña. ¡Muera!... ¡muera!... ¡muera!

Daba el erudito á D. Marcos, D. Marcos al Duque, este al erudito, el cual se vengaba en la poetisa, que arañaba á todos y chillaba como un estornino, siendo tal la baraúnda, que no parecía sino que una legión de demonios se había metido en mi casa.

Le llevó al estanque, le restregó la cara haciéndole pasar sucesivamente del negro al gris, luego al blanco, después al rojo subido, tan rojo que el niño chillaba como un condenado y estuvo a punto de renunciar de una vez y para siempre a aquel caramelo tan dolorosamente comprado. Reynoso estaba enajenado.

La fina membrana, blanca, suavísima, iba en pocos minutos de la rodilla de la buñolera, de la servilleta nivea, a la sartén hirviente; chillaba la manteca al apoderarse de la masa, la cual se esponjaba en mil ampollas, y a poco salía el buñuelo incitante y tentador, aunque despidiendo cierta fragancia empalagosa.

Pues soy Josef... el Idumeo... profesor en partos... intelectuales». v «Cállese usted, so guillati chillaba Segunda, que por los movimientos amenazadores que hizo, parecía dispuesta a desbaratar con un par de bofetadas la frágil persona del profesor idumeo . La culpa la tiene este morral que está aquí durmiéndola».