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Actualizado: 25 de mayo de 2025


De su alarido de guerra Retumba el éco á lo lejos; Al galopar sus corceles Con fragor retumba el suelo; Sobre sus negras corazas Rechina el fúlgido acero, Los sables cubren la luz Sobre sus cráneos sangrientos. Heróicamente lidiaron, Cien heridas recibieron, Y clamando ¡Libertad! Al suelo cayeron muertos.

Serpientes os nazcan en casa que os muerdan, como mordieron á los que Dios castigó en la murmuracion. Qualquier casa en que viviéredes sea maldita, descomulgada, y caigan sobre vosotros piedras al entrar en ellas, como cayeron los muros de Jericó. Hurtos os hagan en el patio de Palacio, ó en la casa de la India.

Después, poco a poco, el defensor salió de su estado de postración; cayeron sus manos, abrió luego los ojos, levantó la cabeza y, al cabo, pronunció con solemne acento: ¡Señores jurados y señores jueces!

4 Y decían el uno al otro: Hagamos un capitán, y volvámonos a Egipto. 5 Entonces Moisés y Aarón cayeron sobre sus rostros delante de toda la multitud de la congregación de los hijos de Israel. 7 y hablaron a toda la congregación de los hijos de Israel, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra en gran manera buena.

Los seiscientos reales cayeron en manos de la corista igual que agua en criba, y no fue lo peor que los derrochara en cuatro días, sino que, engolosinada con tal esplendidez, llegó a sospechar si su amante habría descubierto modo de convertir los perros chicos en centenes.

Y aun no se oyó acabar este fatal vocablo, cuando cayeron el uno en los brazos del otro, en olvido la tierra y los cielos, enloquecidos, arrastrados por esos huracanes de pasión que tornan veloces honor de varón, virtud de mujer, en flores marchitas, en muertos follajes, en huecas palabras.

Las luces del pueblo parecieron vibrar y moverse rápidamente por algunos momentos. El riachuelo hirvió a su lado en borbotones tumultuosos; algunas piedras se desprendieron de la cuesta y cayeron ruidosamente en el agua; un fuerte viento pareció sacudir las ramas de los fúnebres pinos, y luego el silencio se restableció más de lleno, más profundo y más lúgubre.

Temblaron las entrañas del monstruo, sacudidas. La noche se tiñó del sol de sus heridas. Y al despertar del sueño de siglos el titán, Buscó a las dulces vírgenes al pié de su albo lecho, Buscó a las flores hechas de todos sus vapores Para clavar ¡qué loco! sus garras en el pecho De vírgenes y flores. Cayeron. Y por ellas Lloró el coloso luego sus lágrimas de estrellas.

Era rubia, de ojos azules, ensortijado el pelo; estaba en camisita y traía en la mano la pelota. Luis, Genoveva y Damián, cayeron de bruces sobre la mesa... Casilda, loca de espanto, se tiró al suelo de rodillas, cubriéndose el rostro con las manos y gritando: ¡Perdón, Señor! La niña retrocedió asustada, tiró al huir la lamparilla derramando el aceite, y se metió en la cama muertecita de miedo.

Los estrechó con paternal terneza, Y elevando exaltada su cabeza En las nubes de Oriente la fijó: Cayeron de rodillas ante el lecho El corazon en lágrimas deshecho Y así les dió postrera bendicion: «Benditos seais, para salvar la Patria «Y fecundar de Mayo la simiente, «Para adornar con palma refulgente «De nuestra patria el pabellon triunfal.

Palabra del Dia

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