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Actualizado: 1 de julio de 2025
¡Juye, persona farsa, y que Dios te castigue quitándote la gachí de la viña! Que se te la yeve un señorito... que don Luis la disfrute, y tú lo sepas. ¡Ay! ¡Qué esfuerzo hubo de hacer Rafael para no volver sobre sus pasos y estrangular a la vieja!... Media hora después Zarandilla paró su carro a la puerta.
»El Conde de Miranda, que él ha sido el que ha hecho más oficios con V. M. por la mujer y hijos de este hombre, para que V. M., apiadándose de la grandeza de su necesidad, les hiciese la merced que les ha hecho; pero que por el hombre no puede interceder, siendo el que ha sido y el que es, y que si estuviera en un calabozo, por ventura se doliera dél; y que lo que conviene para el ejemplo público y para todo, es que, si puede ser habido, se castigue como obligan las leyes divinas y humanas, pues ha sido infiel á Dios y á su Rey y Señor natural; y que aun cuando entregara á V. M. dos ó tres fuerzas, no sabe si viniera en lo que se propone, y tanto menos estando agora actualmente ofendiendo á ambas Majestades; y que él se ve reducido á términos que ya el de Francia ni nadie se fía dél, y que tanto más sería de mal ejemplo y consecuencia que V. M. se sirviese ni fiase dél; y que aunque en los Reyes no ha de haber rencor, han de ser constantes y firmes en favor de la justicia, y que así en lo que se ha de poner la mira es en procurar de haberle á las manos, porque la misericordia de los Reyes no ha de ser para tan malos y perversos hombres; y que no es menos necesario que los Ministros entiendan que si cayeren en semejantes delitos, no ha de haber misericordia para ellos; y que á la mujer y hijos podrá V. M. hacerles la merced y bien que fuere servido.
El conde oía en la popa á un hombre vestido de tela impermeable, que era un oficial. Relataba el paso por el estrecho de Gibraltar completamente sumergidos, viendo por el periscopio los torpederos ingleses en patrulla de vigilancia. Nada, comandante continuó el oficial ; ni el menor incidente... Una navegación magnífica. ¡Que Dios castigue á Inglaterra! dijo el conde, llamado ahora comandante.
Enterado yo en el Rio Negro por los mismos indios, y viages que hicieron los dos expresados peones Godoy y Gonzales, de esta maldad en los nuestros, han sido repetidas las instancias que he hecho al Señor Virey, para que se les castigue con egemplar rigor al que se aprenda haber incurrido en tan horroroso delito, y juntamente dí cuenta á S. E. de uno de estos impios que los dirigia: el que llegó á tal extremo su crueldad, que no estuvieron exentos de ella sus propios padres, á quien él mismo mató en una de las entradas que hizo con los indios.
Pero aquí reaparecía el navegante mediterráneo, el Ulises complicado y contradictorio. Se acordó de pronto de las reparaciones de su buque, que debían ser indemnizadas por Inglaterra. «¡Que Dios la castigue... pero que espere un poco!», murmuró en su pensamiento. La imponente profesora se exasperaba al hablar de la tierra en que vivía.
Ahora, pues, dicen los indios á los Padres, si así hemos obedecido á nuestro soberano, como él mismo lo declara, y ha sugetado el rebelión del Paraguay con 12.000 hombres armados ya despojando por dos veces á los portugueses de la colonia del Sacramento; ya estando la tercera vez en el cerco de ella con 6.000 hombres por espacio de cuatro meses, la que también hubiéramos ganado si no lo embarazaran los españoles y ya últimamente renunciando al Rey nuestro señor más de un millón de pesos fuertes que se habían de gastar en estas expediciones en que nos hemos mantenido á nuestra costa y la de nuestro sudor y trabajo; volvemos á preguntar, Padres, ¿estos son delitos para que nos castigue nuestro Rey con perpetuo destierro de nuestros pueblos y casas y universal despojo de todos nuestros bienes raíces y muebles?
Y como él no obedecía castigué a los caballos con mi varilla: antes que él hubiera pensado en sostener más fuertemente las bridas, los caballos galopaban ya libremente en el bosque. ¿Y ahora? dijo mi primo poniéndose las manos en los bolsillos. ¿Te imaginas que van a dejarse coger otra vez? Por ti, no respondí riéndome, pues estaba segura de mis favoritos.
Pero, hombre, castigue usted a ese animal gritaba don Fermín al cochero . Mire usted que voy calado hasta los huesos... y quiero llegar pronto a mi casa. El cochero, ante la perspectiva de una propina, descargó dos tremendos latigazos sobre los lomos del rocín, que vino a pagar así la ira concentrada por tantas horas en el pecho del Provisor.
Hay hombres que, como la mujer de Sganarelle, gustan de que se les castigue. El señor de Maurescamp era de este número, y fue al respecto, servido a su gusto por la graciosa americana.
¡Qué horror! exclamó Valle, poniendo los ojos en blanco y posándolos después blandamente sobre Eulalia. En efecto dijo D. Bernardo, es muy triste todo eso, pero de absoluta necesidad. ¿Dónde iríamos a parar si no se castigase con mano fuerte la rebelión? Que se castigue de otro modo señó; la pena de muerte debe ser proscrita de los códigos.
Palabra del Dia
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