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Actualizado: 10 de noviembre de 2025
Ven, monina; ¡qué pícara es! tiene tus ojos, Gregoria. La besó, y la muchacha, en vez de devolver la caricia, soltó una carcajada estridente. ¡Ah! la tía Silda, ¡ja, ja, ja, ja! Y salió del cuarto riendo y haciendo cabriolas. Es una loca observó misia Gregoria, está furiosa porque nos vamos al Frigal, ¡figúrate!
Después de una galopada bastante larga, la joven se volvió como si sintiese la ardiente caricia de aquella mirada fija en ella y dijo riendo, quizá para ocultar su confusión: Creo que nos hemos perdido. En efecto... ¿Desea usted mucho encontrar el camino? Haremos lo que usted quiera.
Y cuando al oír un ligero silbido de mis labios, ambos acudieron desde lejos dando brincos y vinieron a rozar suavemente mi cuello con sus hocicos, esperando una caricia, mi corazón se dilató: me sentía orgullosa de que hubiera en la tierra criaturas, aunque privadas de razón, que se inclinaban ante mi poder y me eran sumisas por afecto, y alcé hacia Roberto una mirada triunfante: ahora él debía saber quién era yo y qué pretendía.
Sentía que su mente giraba en una vorágine de negrura, y escuchaba dentro de su cerebro el ladrido de las potencias tenebrosas de la venganza; no viendo sino una sola idea, una sola necesidad, una sola justicia: ¡el exterminio, la muerte! Tomó, sin embargo, sin poder resistirlo, el nuevo beso de Beatriz, devolviendo aquella caricia con una mordedura salvaje.
Quisiera leer en tu pensamiento, Reinita. ¿Amas a alguien? ¿A Pablo? Te juro, que no díjele, zafándome de su caricia, no quiero a nadie, y cuando quiera, lo sabrás en seguida. Si la muerte no fuese una cosa tan imponente, estoy segura de que en aquel momento me hubiera dejado matar antes que declarar mi amor por un hombre que amaba a otra y mucho más siendo ésta prima mía.
Desde mucho tiempo atrás salía de la jaula a tomar con ella el chocolate, se le ponía sobre el hombro, le picaba suavemente en las manos a guisa de caricia, brincaba de aquí para allá sobre los muebles, y cuando tocaban a retirarse se metía otra vez en la jaula tranquilo como un cordero.
Lo que inquietaba algo a Juanito, en medio de su felicidad, eran las atenciones que con él tenía su mamá, las miradas cariñosas, los «¡hijo mío!» dichos en un tono halagador, con la suavidad mimosa de una caricia. ¡Malo, malo!
»Cuando los niños en sus juegos llegaron, dando vueltas, a sus pies, Carlos retrocedió un paso para alejarse de ellos; luego, disgustado de aquel movimiento, se detuvo; pero durante el tiempo que yo los tuve en mi regazo acariciándolos y besándolos, apenas si él les hizo una caricia.
Julio se incorporó y la miró con sonrisa extasiada; y como si hubiese entendido sus mudos y apasionados deseos, le tomó la cabeza en una caricia, y se puso a murmurarle palabras ligeras, humildes, que llegaron como una adoración a sus oídos. Después la besó en los ojos y en los labios. Adriana se oprimió contra él, con un deseo dulce de morir.
No era el beso frente a frente que él había saboreado en otras mujeres, y que llamaba «beso latino». No era tampoco la caricia arrogante de arriba a abajo que había conocido en el camarote de Maud, beso de domadora, egoísta y avasallador, oprimiéndole la cabeza entre las manos crispadas para mantenerle en amorosa sumisión.
Palabra del Dia
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