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Al encontrarse de nuevo unidos holandeses y portugueses, comenzó otra vez la hostilidad, y para zanjarla decidieron los dos grupos elegir a la suerte un campeón para que se batieran. Chim, el malayo, estaba con los holandeses; en cambio, el negro Demóstenes era del partido portugués; podía suceder que a los dos amigos les tocara en suerte batirse; pero no fué así.

Le reto para probarle delante de todos vosotros, con mi bata y mi espada, contra toda su luciente armadura blanca que me ha quitado, que fuí yo quien tuve la honra de vencer al valiente Otames. Admitió Itobad el duelo con mucha confianza, no dudando de que con su yelmo, su coraza y sus braceletes, acabaria fácilmente con un campeon que se presentaba en bata y con su gorro de dormir.

Al otro día por la mañana, en el barrio de los exploradores, los cuatro testigos y los dos adversarios se encuentran; saludos ceremoniosos; mientras los duelistas se van, cada uno a su cabina, para ponerse la obligatoria camisa sin almidonar, el director del combate, el célebre Julio, gran campeón de espada, charla con los testigos; mídese el suelo a grandes zancadas; juéganse los puestos a cara o cruz; los chauffeurs de las dos limosinas que han conducido a los dos grupos han trepado al techo de las cabinas, a fin de asistir al juicio de Dios.

Don Rosendo pensó con emoción en la posibilidad de que a su muerte la villa, agradecida perpetuase su memoria colocando una lápida con su nombre en las Casas Consistoriales. Homenaje de gratitud de la villa de Sarrió a su esclarecido hijo don Rosendo Belinchón, infatigable campeón de sus adelantos morales y materiales. No era fácil conciliar el sueño rodeado de estas brillantes imágenes.

Pusiéronse los amigos de por medio, alborotose el café, rompiéronse algunos vasos: al día siguiente de madrugada efectuábase el duelo más allá de la Fuente Castellana, y el campeón de la de Córdoba caía al suelo revolcándose en su propia sangre.

Pensó, después de esto, si su felicidad consistiría en casarse con un boxeador campeón del mundo; pero le bastó presenciar un encuentro entre dos hombres medio desnudos, que parecían dos fardos de músculos barnizados de sudor, para renunciar á tal idea. ¡Ay, el hombre célebre! ¿Dónde encontrarlo?... ¿En qué debía consistir su celebridad?...

Aceptó el cargo solamente por compromiso, y para evitar los desmanes que, si no fuese por él, hubiera habido seguramente. Hizo perfectamente; ha sido un proceder muy noble. Y después de breve pausa durante la cual empezó á dibujarse en sus labios una sonrisa, siguió: ¡Oh! Ya que el papá de usted es una persona muy ilustrada y un campeón decidido de la libertad.

Entonces, le rogar a su antiguo compañero que le sirviese de padrino en un lance de honor... a propósito de unas palabras... que usted ignora sin duda, tía Liette... La anciana movió la cabeza. No, no ignoraba nada, ni el ataque ni la defensa, y una presión significativa de sus temblorosos dedos dijo su tierno agradecimiento hacia su valiente campeón.

El partidario de la crueldad de D. Pedro, viéndose acorralado, no encontró mejor recurso para salir del paso que descargar un tremendo mojicón en la faz insolente del campeón de la justicia.

El débil P. Prior de Nuestra Señora del Valle, que no se atrevió á cortar con mano firme el inveterado abuso de que fue campeón el P. Procopio, resignó su cargo á causa de sus muchos años, y se retiró á pasar tranquilo en otro convento los que le quedasen de vida. Claro está que alguien había de sustituirle para que la comunidad no quedase convertida en un cuerpo acéfalo y disparatado.