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Actualizado: 20 de julio de 2025
Yo la quise como yo sé querer, y me hubiera casado con ella. ¡Voto va Deu, de buena me he librado! Porque tu hermana es una calamidad. Ahí la tienes en la cárcel por terca, porque se ha empeñado en que es marquesa. Tan marquesa es ella como yo subdiácono. En fin, ella lo quiere, con su pan se lo coma.
Sin duda es muerta Cunegunda, y á mi no me queda mas remedio que morir. ¡Ha, quanto mas hubiera valido quedarme en aquel paraiso terrenal del Dorado, que volver á esta maldita Europa! Razon tiene vm., amado Martin; todo es mera ilusion y calamidad.
Todos sabíamos lo que aquello significaba y que estábamos amenazados de una gran calamidad; y en efecto, trece días después desapareció de la puerta de mi tienda un soberbio cuarto de venado y mis escuderos descubrieron que se habían agriado seis botellas de vino bearnés que llevaba para mi mesa....
A la calamidad de quedar vencidos no quisieron los quirites añadir la calamidad de ser despóticamente gobernados. Dice doña Emilia, y tiene razón hasta cierto punto, que la libertad no es un fin, sino un medio; pero la dictadura, no hasta cierto punto, sino en absoluto, es siempre un medio y no un fin.
La música se amplificaba voluptuosamente al resbalar sobre la epidermis violeta del Mediterráneo y el cristal opalino de la tarde. Nadie pensaba en la guerra; era una calamidad de otras tierras y otros cielos. Hasta los convalecientes con uniforme, que vivían esta hora dulce, respirando la brisa salada, escuchando los quejidos de los violines y rodeados de mujeres vistosas, parecían no acordarse.
Lleva más de un año en relaciones contigo, y todavía se pone colorado como un pavo cuando le miras. Pues eso es precisamente lo que a mí me gusta. Pepa alzó los hombros con indiferencia. ¿De veras? Para mí sería una calamidad, hija. Y Arbós, ¿qué tal se porta? Ese es un tonto de capirote, ¿sabes? dijo con la boca llena ; pero al menos tiene fachada.
¡Cicatero! repitió Jacinta . ¡Negarle tres o cuatro mil tristes duros para acabar el piso...!, ¡un hombre que no tiene hijos, que está nadando en dinero! ¡Usted que antes era tan bueno, tan caritativo...! Es que me he vuelto protestante, hereje, y me voy a volver judío, a ver si esta calamidad me deja en paz.
Todo en ella ha cambiado de aspecto á los rudos embates de la calamidad, todo ... menos los bailes campestres, que entre las ruinas del comercio y la melancolía del luto, se les ha visto retoñar al verano siguiente más concurridos, más ruidosos y más animados que nunca.
Llevaba el traje lleno de lamparones, la boina sucia, el pelo largo, se olvidaba la corbata. Era una verdadera calamidad. Por eso se le llamaba Joshé Cracasch, y a él no sólo no le ofendía el apodo, sino que le hacía gracia; en cambio su madre, André Anthoni, se ponía como una fiera cuando oía que a su hijo le daban este mote.
Estaba lela y su terror impedíale tomar una resolución. «Tú... siempre enredando... No haces caso de lo que dice D. Teodoro... ¡Qué hombre!... Dame acá la caja». Quita allá, calamidad dijo Bringas defendiendo su tesoro con ademán enérgico.
Palabra del Dia
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