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El bueno del asistente, en el mejor lenguaje que pudo, y con los preparativos y rodeos que le parecieron del caso para amortiguar el golpe, dió á la chacha Victoria la triste noticia de que el cadete, cuando iba ya á ver colmados sus deseos, cuando iba á ser ascendido á capitán, en vísperas de la paz, en la rota de Trebia, había caído atravesado por la lanza de un croata. No murió en el acto.

El cadete levantó los ojos, donde se pintaba el asombro, la alegría, la duda y algunas otras emociones secundarias que sería prolijo enumerar. ¿Pero de veras es V.?... De padre nada más; no se asuste V. Al cadete no le hizo efecto esta rectificación; siguió expresando con los ojos los mismos sentimientos, con idéntica viveza.

Pues yo no me voy sin verla, me dije, y pian pianito, comencé a pasear la calle sin perder de vista la casa, con la misma frescura que un cadete de Estado Mayor. Después de todo, aquí nadie me conoce me iba repitiendo a cada instante, a fin de comunicarme alientos para seguir paseando. Además, yo no tengo nada que hacer ahora; y lo mismo da vagar por un lado que por otro.

Sólo vio en él a un cadete que paseaba con la mano en la empuñadura del sable, poniéndolo casi horizontal, como las rabitiesas tizonas de otros tiempos. Luna le reconoció por sus anchos pantalones y su talle de avispa, que hacía afirmar al Tato que el tal cadete usaba corsé. Era Juanito, el sobrino del cardenal.

Pero Miguel, con la imprevisión temeraria de la juventud, hacía caso omiso de este desprecio, y solía contestar a aquellas miradas con una sonrisa dulce y un si es no es burlona que iba amontonando la cólera en el pecho del feroz cadete. La tempestad rugía ya sobre la cabeza de nuestro joven, y él seguía tan sosegado como si estuviese bajo un cielo azul y sereno.

Las del Colegio de Doncellas Nobles la apodaban por envidia «la sacristana de la catedral»; pero ella, la pobrecita, sólo vivía para su cadete, y parecía querer bebérselo con sus ojazos azules. El bestia de tu hermano lo dejaba entrar en su casa, muy orgulloso del honor que hacía a la familia.

Juanito sonreía, acariciándose el bigote. Era su gesto favorito, y levantaba con satisfacción la manga, adornada con galones de sargento. No era un cadete cualquiera: era un «galonista», y esto, aunque fuese poca cosa para el que sueña con el generalato, siempre resultaba un paso adelante... No, no iba a los toros; era un aficionado de verdad, pero se sacrificaba por hablar toda una tarde con la novia a la puerta de su casa, en el silencio de las Claverías. La abuela había bajado al jardín, y el Azul de la Virgen no tardaría en salir, dejándole el campo libre, como si no se enterase de nada. ¡La gran tarde, amigo Gabriel!

Vaya, Caparrosa agregó dirigiéndose al muchacho cadete de la tienda, vaya y compre el boletín de un salto, y véngase volando. El cadete, que estaba detrás del mostrador, dio un brinco como un gamo, salvó la valla y tomó la calle por suya en dirección a la imprenta en donde reventaban los cohetes sin cesar.

Conque apenas León Santa María cumplió los doce años, entró de cadete en un Regimiento y se puso desde entonces derecho como un huso, serio como un sermón y grave como un entierro. Haciendo el ejercicio, y peleando como valiente muchacho en el Rosellón, fue pasando el tiempo y llegó mi tío a la edad en que el corazón canta y suspira. Rafael, Rafael dijo su tía , cuenta con lo que se habla.

3.º Lo mismo, aunque con menos puntualidad, testifican Gregorio Solis, Marcelo Silva, el cadete D. Juan Henriques, Francisco Aguto capitan de Amigos, de la reduccion de Calle-calle, el lengua general D. Juan de Castro, Casimiro Mena, Baltazar Ramirez: y el Reverendo Padre lector Fr.