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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Era su paso el de una diosa que se digna bajar por un momento del trono de nubes para recrear y fascinar a los mortales, que al mirarla se embebían y daban fuertes tropezones. ¡Madre mía del Amparo, qué mujer! exclamó en voz alta un cadete agarrándose a su compañero como si fuese a desmayarse del susto.

No se trataba, después de todo, de un cadete inexperto. Era un comandante que frisaba en los cuarenta, cuando no los hubiera cumplido ya, hombre, al parecer, avezado al trato de mujeres y muy metido en sociedad. La plática le embriagaba.

El cadete se indignó con esta acción, de un modo indecible, se puso aún más pálido de lo que estaba, echó tres o cuatro ternos redondos con la voz más cavernosa que halló entre sus registros, y amenazó con estrangular al mozo acto continuo. Esfuerzos inauditos costó a Miguel sosegarle, y solamente lo consiguió con la promesa de que vendría otro día a tomar cualquier cosa para que él la pagase.

Pues yo no me voy sin verla me dije, y pián pianito, comencé a pasear la calle sin perder de vista la casa, con la misma frescura que un cadete de Estado Mayor. Después de todo, aquí nadie me conoce me iba repitiendo a cada instante, a fin de comunicarme alientos para seguir paseando. Además, yo no tengo nada que hacer ahora; y lo mismo da vagar por un lado que por otro.

Muchas veces, viéndoles a ustedes tan jóvenes, tan inexpertos, tan llenos de vanas esperanzas, he rehecho en mi interior lo que bien podría llamarse la psicología del cadete. Adivino lo que ustedes han pensado antes de entrar en la Academia y preveo la desilusión amarga y aplastante que les aguarda a la salida. Los relatos de guerras y la marcialidad artística del uniforme han seducido su niñez.

Crea usted que nada tiene de agradable vivir una existencia de apocamiento y monotonía, sin otra gloria que fusilar al obrero que protesta o al pueblo que se queja. Pero ¿y la libertad?, ¿y el progreso político? preguntó el cadete . Yo he oído a un capitán viejo de la Academia, que si en España existe el régimen liberal es por el ejército.

Igualmente se comprenden las formalidades legalizadas, y las declaraciones del cadete Enriques y de su ordenanza Baltazar Ramirez, soldado de aquella plaza, de haber llegado á casa del cacique, nombrado Lipique, que vive en la entrada del Rancon, á distancia de veinte y cuatro leguas de la plaza.

El resto de su vida le pasó recordando al cadete, permaneciendo fiel á su memoria y llorándole á veces. Cuanto había de amor en su alma fué consumiéndose en devociones y transformándose en cariño por el sobrino Fadriquito, el cual tenía tres años cuando supo la chacha Victoria la muerte de su perpetuo y único novio.

Formaron, pues, el firme propósito de seguir amándose, se juraron constancia eterna y decidieron aguardar para la boda á que llegase á capitán el cadete. Por desgracia, entonces se caminaba con pies de plomo en las carreras, no había guerras civiles ni pronunciamientos, y el cadete, firme como una roca y fiel como un perro, envejeció sin pasar de teniente nunca.

Pero muy contra lo que presumía en aquel momento, el cadete salvó rápidamente la distancia de una acera a otra y arremetió con él con los brazos abiertos, la cara sonriente y rebosando de júbilo. Déjeme V. que le abrace, D. Miguel y lo hizo sin aguardar el permiso.

Palabra del Dia

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