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Actualizado: 27 de junio de 2025


Ya sabes, Gabriel: la eterna ceguera de ciertos toledanos de medio pelo, que aceptan como una gloria el noviazgo del cadete con la niña, a pesar de que son rarísimos los casos en que estos amores llegan al matrimonio. Aquí no hay mujer que posea un mediano palmito y se escape de haber tenido su miaja de encariñamiento por unos pantalones colorados.

Es como si para remediar la injusticia social iniciase el sacrificio uno que sólo tuviese unos cuantos miles de pesetas, renunciando a ellas.... Tras un largo silencio, Gabriel habló con dulzura, en vista del gesto irónico y casi agresivo del cadete. A usted le duelen indudablemente mis afirmaciones.

Las más tímidas formaban en torno de ella a modo de aduladora corte, para atraerse su protección, limpiándola la casa o haciendo la cocina, mientras Mariquita, vestida de hábito y cuidadosamente peinada, único lujo que le permitía su tío, salía al claustro con la esperanza de que subiese algún cadete o se fijasen en ella los forasteros que iban a la torre o a la sala de los gigantones.

Al llegar a la esquina de la calle de la Puebla procuró refrenar el paso y tranquilizarse: mas al doblar la del Barco alcanzó a ver a lo lejos aquel cadete desgalichado que tan ferozmente le había querido interrumpir cuando recogió en el paseo el clavel de su hermana. Ya le había tropezado otras muchas veces en la misma calle con los ojos puestos en el balcón de Julia.

El cadete, al verle pasear la misma calle y al parecer con los mismos intentos, le arrojaba miradas provocativas, cencellantes, cargadas del tradicional desprecio que el elemento militar ha sentido siempre hacia el civil tratándose de empresas amorosas.

Después de un corto silencio, añadió, con el deseo de consolar a su hermano: Pero Sagrario, mi sobrina, estará hecha una hermosura. La última vez que la vi parecía una reina, con su moño rubio y aquella carita sonrosada, de vello dorado, como un albaricoque de los cigarrales. ¿Se casó con el cadete o está con tigo? El Vara de palo puso el gesto más sombrío y miró a su hermano torvamente.

Ahora bien: para fanatizarse es necesario que el espíritu esté formado y que nuestras ideas estén muy hechas, muy elaboradas. Ni el tierno doncel, como si dijéramos el cadete, ni la señorita, la niña, que acaba de asomarse al mundo, tienen la aptitud del fanatismo. Es un error creer que los años y la experiencia evitan que nos fanaticemos. Ocurre, precisamente todo lo contrario.

Pero si ya no hemos de tener guerras exteriores, si acabaron las conquistas, servimos, al menos, para defender la integridad del suelo español, para guardar la casa. ¿Es que usted cree añadió amoscado el cadete que no somos capaces de morir por la patria? No lo dudo; es para lo único que servimos los españoles: para morir muy heroicamente, pero morir al fin.

Miguel corrió al instante a recogerlo; al bajarse sintió unos pasos precipitados detrás y vio frente a al levantarse a un cadete de Estado Mayor, flaco y larguirucho como una espina, quien le dirigió una mirada torva y colérica y hasta tuvo conatos de abocarle; pero después de vacilar un instante siguió caminando aunque volviendo a menudo la cabeza para mirarle de arriba abajo con expresión nada pacífica.

Y Emma gustaba con delicia, casi material, casi del paladar, como la de una lectura picante, figurándose al buen señor, con sus cincuenta y pico, enamorado como un cadete y picado de veras y en lo vivo por el demonio del amor.

Palabra del Dia

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