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Actualizado: 7 de julio de 2025
Casar migo tigo, y dirnos migo con tú a terra mía, terra de Sus. Mi padre Saúl, rico él; mis germanos, ricos ellos; mi madre Rimna, rica bunita ella... quierer ti, dicir hija ti... Verás terra mía: aceita mocha, laranjas mochas... carnieras mochas padre mío... mochas arbolas cabe el río; casa grande... noria d'agua fresca... bunito; ni frío ni calora».
Cuando llegaron a San Bernardino, pensaba la anciana que mejor estaría descalza. «Amri le dijo Almudena cuando traspasaban la triste puerta del Asilo Municipal , no yorar ti... Aquí bien tigo migo... No yorar ti... contentado mí... Dar sopa, dar pan nosotras...». En su desolación, no quiso Benina contestarle.
No te debo nada... Y hasta otra, Almudenilla, que días vendrán en que yo carezca y tú me sirvas, como te serviré yo viceversa... ¿Vienes del café? Sí, y golvier si querer tú migo. Convidar tigo». Asintió Benina al convite, y un rato después hallábanse los dos sentaditos en el café económico, tomándose sendos vasos de a diez céntimos.
Después de un corto silencio, añadió, con el deseo de consolar a su hermano: Pero Sagrario, mi sobrina, estará hecha una hermosura. La última vez que la vi parecía una reina, con su moño rubio y aquella carita sonrosada, de vello dorado, como un albaricoque de los cigarrales. ¿Se casó con el cadete o está con tigo? El Vara de palo puso el gesto más sombrío y miró a su hermano torvamente.
Pero no abandonaba su tema, y entre bocado y bocado, decía: «Casar yo tigo... dirnos terra mía... Yo casar por arreligión tuya si quierer tú... Tú casar por arreligión mía, si quierer ella... Mí ser d'Israel... Bautisma jacieron mí señoritas confirencia... Poner mí nombre Joseph Marien Almudena... José María de la Almudena. Si eres cristiano, no me hables a mí de otras arreligiones malas.
Almudena volvió hacia ella su rostro, y hasta podría decirse que la miró, si mirar es dirigir los ojos hacia un objeto, poniendo en ellos, ya que no la vista, la intención, y en cierto modo la atención, tan sostenida como ineficaz. Apretándole la mano, le dijo: «Amri, saber tú que servirte Almudena él, Almudena mí, como pierro. Amri, dicermi cosas tú... de cosas tigo.
Alarmose la pobre mujer, advirtiendo en el rostro de su amigo grandísima turbación: contraía y dilataba los labios con vibraciones convulsivas, desfigurando su habitual expresión fisonómica; manos y piernas temblaban; su voz había enronquecido. «¿Qué tienes tú, Almudenilla? ¿Qué mosca te ha picado? Picar tú mí, mosca mala... Viner migo... Querer yo hablar tigo. Muquier mala ser ti...
Respondiendo al contento de la anciana, Almudena, con cara de regocijo y triunfo, le mostró entre los dedos una peseta. «Encuentrarla aquí, en el piecho de esta... Cogerla tigo. ¡Oh, qué suerte! ¿Y no tendrá más? Busca bien, hijo. No tenier más. Mi regolver cosas piecho». Benina sacudía las ropas de la borracha esperando ver saltar una moneda.
La cogió Benina, mientras Almudena sacaba de su bolsillo, donde tenía multitud de herramientas, tijeras, canuto de agujas, navaja, etc., otro envoltorio con dos perras gordas. Añadió a ellas la que había recibido de D. Carlos, y lo dio todo a la pobre anciana, diciéndole: «Amri, arriglar así tigo. Sí, sí... Pongo lo mío de hoy, y ya falta tan poco, que no quiero molestarte más. ¡Gracias a Dios!
Pero a todas estas razones oponía el marroquí, otras fortalecidas en el fuero y leyes de amor, que a todo se sobreponen. «Si tú quierer mí, amri, mí casar tigo».
Palabra del Dia
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