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Actualizado: 27 de mayo de 2025
El de España, por mucho que cueste y por más que lo agranden, no sale de esta última clasificación. Y aunque sólo sea eso dijo el cadete , ¿no es algo? Guardamos el orden interior; velamos por la tranquilidad de la patria... Pues eso puede hacerse con menos gente y menos dinero. Además, ¿y la gloria?
A don Pascual le bastó con una que ella le dio con fineza, porque como don Pascual no tenía dientes, no la podía roer ni mascar y la tuvo hora y media en la boca, tratando en balde de ablandarla, y recordando que sin duda por eso, así como por su baratura, se llaman las castañas pilongas caramelos de cadete.
Es el dinero, ¡el maldito dinero! quien mata la parte más hermosa del soldado, el valor personal, la iniciativa, la originalidad, así como anula al obrero, convirtiendo su existencia en un infierno. El cadete escuchaba con atención a Gabriel, comprendiendo por primera vez que en las grandes potencias militares había algo más que las aficiones belicosas del monarca y el valor de los ejércitos.
Y corrió a abrir la escalera de Tenorio, que ponía en comunicación las Claverías con el claustro bajo. El cadete se alarmó ante la inesperada proximidad de su tío. No quería que le encontrase allí: temía el carácter del cardenal; y huyó hacia la escalera de la torre. Se marchaba a los toros; sacrificaba a la novia antes que encontrarse con don Sebastián.
O una Tarsilita. ¿Te acuerdas de Tarsila que tuvo aquel lance con aquel cadete, y después con Alvarito Mesía no sé qué amoríos? Todo era inocencia decían los bobalicones de aquí. Si es claro, si genio y figura... Cuando falta una base firme... ¡Si sabrá una!... ¿Pues, Obdulita? Ya ves lo que se dijo el año pasado; después se negó, se aseguró que era una calumnia... ¡A mí, que soy tambor de marina!
Examinábale aquél atentamente sin quitarle ojo, mostrando en el semblante tal gravedad, que a leguas se adivinaba que era forzada. Realmente el cadete era un ser curioso en su aspecto físico.
¿Qué se le ofrecía a V.? le preguntó sonriendo. El cadete vaciló un instante, puso sus ojos sanguinarios en el suelo y dijo con voz bronca de adolescente que está en la muda: Cabayero, quisiera saber si V. está «en relaciones» con esa chica del número quince... ¿Del número quince? dijo Miguel, más risueño aún. Sí señor, cuarto tercero. Pues en efecto, estoy en muy buenas relaciones; sí señor.
Mi tía tomó asiento en lo de Bringas con el fin de esperar el anhelado boletín, y como el cadete que había ido en su busca tardase demasiado, don Narciso despachó otro dependiente más, y detrás de él salieron tres o cuatro parroquianos, cuya impaciencia por conocer las nuevas no les permitía esperar.
Pues yo no me voy sin verla, me dije, y pian pianito, comencé á pasear la calle sin perder de vista la casa, con la misma frescura que un cadete de Estado Mayor. Después de todo, aquí nadie me conoce me iba repitiendo á cada instante, á fin de comunicarme alientos para seguir paseando. Además, yo no tengo nada que hacer ahora; y lo mismo da vagar por un lado que por otro.
Miguel le escuchaba distraído, pensando en su hermana y en su madrastra, echando cálculos alegres sobre la vida feliz que iba a hacer en su compañía, recordando con placer los pormenores de la entrevista que con ellas acababa de tener. Cuando el cadete hizo una pausa, le preguntó por hablar algo: ¿Y V. es natural de Madrid?
Palabra del Dia
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