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¿Qué haces por aquí? dijo acercando su rostro a los palos . ¿Eres el que parece o eres otro? Soy el que parece replicó Salvador inclinándose lo más posible sobre el arzón de su cabalgadura . ¿No esperabas verme por aquí? No habrás venido a nada bueno. He venido por ti. ¡Ah!... eres de los ministriles del Virrey. ¿Te has hecho asesor de Su Excelencia?

Picó espuelas el diestro jinete, trotando hacia la calle de Toledo para tomar la de Segovia y seguir por la Ronda hasta incorporarse con sus amigos en la Puerta de San Vicente. Cuatro jóvenes de buen humor formaban con Antonio Zapata la partida de ciclistas en aquella excursión alegre, y en cuanto divisaron a Ponte y su gigantesca cabalgadura, saludáronle con vítores y cuchufletas.

El torno era remedo y trasunto fiel de un caballejo; recordaba a Clavileño, si bien de correspondencia equina más semejante que la volátil cabalgadura del manchego.

Escuchó impasible los deseos de la madre Shipton de sacar el corazón a alguien, las repetidas afirmaciones de la Duquesa de que se moriría en el camino, y también las alarmantes blasfemias que al tío Billy parecían arrancarle las sacudidas de su cabalgadura.

Pero salía del atolladero por un esfuerzo de su cabalgadura y un milagro de la Providencia, y hasta que se metía en otro más apurado no volvía a ser cuerdo ni razonable.... Así nos hizo Dios, y no hay que darle vueltas. De vez en cuando se distinguía una luz muy a lo lejos. ¿Es allí? preguntaba con ansia el candidato, que ya no podía sostenerse en el caballo, de frío, de miedo y de cansancio.

Con esto colgó de una muñeca el palo pinto, ató al correspondiente brazo las riendas de la cabalgadura, aprisionó el paraguas en el sobaco; y con el pan y el queso en una mano y en la otra una navaja abierta, me dio a entender, con un ademán y una mirada, que estaba apercibido y a mis órdenes.

Eran los picadores, rudos jinetes de aspecto montaraz, llevando encogido a la grupa, tras la alta silla moruna, una especie de diablo vestido de rojo, el «mono sabio», el servidor que había conducido la cabalgadura hasta su casa.

En su comportamiento con el prisionero, cuyo caballo ha caído muerto, da á conocer la delicadeza de sus sentimientos, y su espíritu verdaderamente caballeresco, llevándolo en su misma cabalgadura.

El se le cruzó en el camino, y asiendo con una mano el freno de la cabalgadura, levantó con la otra su crucifijo de bronce, repitiendo: ¡Dadme, os digo, unas migajas, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo! Entonces, el anciano, inclinó su cuerpo hacia adelante y, por toda respuesta, escupió dos veces con bárbara osadía la santa imagen del Redentor. Ramiro exhaló un grito de espanto.

En estas reflexiones, registré primero la grupa de mi cabalgadura allegadiza, donde no había más que alguna ropa blanca, y después las pistoleras, donde encontré un mendrugo. ¡Hallazgo incomparable! No satisfecho, sin embargo, con tan poca ración, llevé mis exploraciones hasta lo más profundo de aquellos sacos de cuero, y mis dedos sintieron el contacto de unos papeles.