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Actualizado: 19 de mayo de 2025
La tayabense á caballo, es sumamente locuaz y decidora, desconoce el peligro, se impacienta á menudo y pocas veces lleva al paso su cabalgadura. Aquellas dalagas supimos se dirigían á una de las vecinas sementeras á pasar un día de campo.
Al nacimiento de las aguas acudían los espectros de los muertos para unir sus sollozos con los quejidos lastimeros de los árboles y el murmullo del agua al chocar con las piedras; era también el punto de reunión de las bestias salvajes, en donde por las noches el siniestro duende se emboscaba detrás de una breña para lanzarse de un salto sobre los caminantes y convertirlos en cabalgadura suya.
Pero él, poniendo al paso la cabalgadura y mandándonos que le siguiéramos uno a cada lado, continuó hablando así: Muchachos, no puedo olvidar aquella célebre jornada, que llamamos de los Tres Emperadores, y que es sin duda la más sangrienta, la más gloriosa, la más hábil con que ha ilustrado su nombre el gran tirano, ese hombre casi divino, a quien ahora puedo nombrar a boca llena, porque no nos oyen más que el cielo y la tierra.
Entonces Lázaro forzaba el trote de su cabalgadura, y llegando a la plaza del lugar, lo atravesaba rápidamente, sin reparar en las mujeres puercas y los chicuelos harapientos que le miraban, curiosos y asombrados, desde las ventanas y los umbrales de las puertas.
Según antigua tradición, Marcilla fue a Teruel por el camino de San Cristóbal, y al llegar a los Arcos oyó que daban las once en una torre de la ciudad, e hincando espuela a su cabalgadura dijo a su escudero: «Camacho, perdidos somos.»
No puede ser otro. San Antonio es el patrón de las bestias y aquí en Gallarta hay tanto buey.... Al reconocer don Facundo al médico, refrenó el paso de su cabalgadura. A la mina, ¿eh? preguntó Aresti. Sí señor: acabo de largar mi misita y ahora un rato á ver lo que hacen aquellos, hasta la hora de comer. Hay que cuidarse de lo divino y lo humano. Hay que trabajar, don Luis.
-No siento ninguno, señora -respondió don Quijote-, porque osaré jurar a Vuestra Excelencia que en mi vida he subido sobre bestia más reposada ni de mejor paso que Clavileño; y no sé yo qué le pudo mover a Malambruno para deshacerse de tan ligera y tan gentil cabalgadura, y abrasarla así, sin más ni más.
31 Y aconteció, que descendió un sacerdote por el mismo camino, y viéndole, pasó de lado. 32 Y asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de lado. 33 Y un samaritano que transitaba, viniendo cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; 34 y llegándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole sobre su cabalgadura, le llevó a un mesón, y lo curó.
A la vez que la campana de la Catedral daba las doce badajadas de mediodía, su cabalgadura cruzaba, paso a paso, el asoleado puente de Alcántara. Estaba en Toledo. Ramiro pasó las dos primeras semanas vagando al azar por las callejas y plazas de Toledo, sin compaña, sin paje, sin amor, solitario en el tumulto.
Había arrostrado el viaje por un océano de llanuras desiertas que se iba dilatando así como avanzaba la expedición; había dormido en ranchos cuyos techos derramaban insectos sanguinarios; había pasado á caballo por remolinos de tierra que la sacaban de la silla; había sufrido el tormento de la sed y del hambre en un extravío de ruta y pasado las noches á la intemperie, sin otra cama que el poncho y los arreos de la cabalgadura.
Palabra del Dia
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