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Actualizado: 16 de junio de 2025
Padrones de 1754, 1831, 1836 y 1875. Aumento de población y de riqueza. Montes y vegas. Aceite de coco. Caza mayor y menor. El tabon. Hierbas y flores olorosas. Frutos, hortalizas, granos, resinas y caldos. Minas. El tayabense psicológicamente considerado. Costumbres antiguas de los tagalos. La última cuartilla. Adiós á Tayabas. Últimos contornos del Banajao. La cuna de un hijo.
A grandes rasgos ya hemos visto lo que es materialmente hablando la provincia; digamos algo en general de la moral de sus habitantes. El tayabense tiene orgullo en decir ha nacido en aquella provincia, y lo tiene más por la circunscripción que rodea la pila bautismal que le dió nombre.
Las sangrientas conmociones que registra la historia de Tayabas, no obedecen á otro móvil que al religioso culto que rinden á lo suyo. Todo lo que tiene el tayabense de díscolo, tiene de humilde y obediente, acudiendo á cualquier llamamiento que se haga á sus sentimientos, sabiéndolo llevar. La provincia de Tayabas es la más fácil y difícil de gobernar.
Ya podrá ser honrado, rico y hasta casado con tayabense que no le bastará para librarse de la cruzada que ha de levantarse contra él ... En esta cuestión el tayabense no prescinde por nada, ni por nadie, y sacrifica si es preciso la honra, la familia y la gratitud. Esto que pasa en el municipio aumenta en el seno del hogar.
La tayabense jamás deja el tápiz; monta admirablemente y cifra su orgullo en su traje de montar y en la riqueza de los atalajes de su caballo. Todas montan al lado izquierdo y desconocen el uso de la espuela, sustituyéndola con flexibles latiguillos que suspenden de la muñeca con una cadenita de plata.
De esa misma indolencia y ese perpetuo reposo, nacen sin duda alguna el sin número de abusiones, ó sean supersticiones de que está llena la tayabense, y de las que nos ocuparemos en los capítulos siguientes, en los que trataremos de describir lo mejor posible al indio y sus costumbres. Costumbres. Poesía popular indígena. La tradición y el manuscrito.
Una dalaga que tenga la desgracia pues de tal debe calificarse, de aceptar amores con uno que no sea su paisano, tiene que sufrir todo género de tormentos para llegar á realizar su enlace. La raza tayabense es en el Oriente, la guardadora de las tradiciones jitanas. El jitano no se casa sino con jitana, lo mismo que el tayabense no lo hace, salvas pocas excepciones, si no con tayabense.
Para cerrar este capítulo y hacer comprender el espíritu bullanguero y alegre del tayabense, voy á recordar cómo conocí una de sus fiestas. Una tarde, que solitario, mustio y pensativo paseaba por la calle del Bambán, llamó mi atención un alegre grupo acompañado de la música, que con gran algazara traía la misma dirección en que yo marchaba.
Las imágenes que guardan en el hogar, en áureas urnas ó trasparentes fanales, las defenderían en un momento de peligro, con la misma bravura que los romanos defendían sus dioses penates. Para el tayabense no hay más cielo, más suelo, ni más techo que el suyo.
Intentar la más pequeña intrusión en su provincialismo y lo veréis agruparse y fundirse en su idea marchando á su objeto, cueste lo que cueste, y caiga el que cayere. Ni el tiempo, ni el arraigo, ni los lazos del parentesco, ni los del amor dan carta de naturaleza en Tayabas. Para ser tayabense es preciso haber nacido allí, y todos los que no estén en ese caso son conceptuados como extranjeros.
Palabra del Dia
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