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Acompañábame un buen amigo verdadero «Samaritano», quien se encontraba siempre allí en todas mis horas de dolor: Amadeo de Perseval, que yo nombro, aunque ya se le alude en el manuscrito, por haberse consagrado piadosamente a nuestra madre, y que había pretendido contarse en el número de sus hijos. Sin embargo de no ser así, fue por bastante tiempo estimado como tal.

Podia el imperfecto paganismo, vanaglorioso con la virtud privada de Arístides y Caton, satisfacerse con que estos se abstuvieran de los infames juegos de Olimpia y de la diosa Flora; pero el cristianismo no se contenta con la tolerancia del pagano, ni con el olvido del levita, sino que exige la caridad solícita del samaritanoNo era otro en verdad el móvil que impulsaba á los mártires españoles, porque cuanto mas se acercaba el estado musulman á su pleno desenvolvimiento, mayor tenia que resultar el contraste entre las dos religiones tan opuestas en sus principios.

31 Y aconteció, que descendió un sacerdote por el mismo camino, y viéndole, pasó de lado. 32 Y asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de lado. 33 Y un samaritano que transitaba, viniendo cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; 34 y llegándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole sobre su cabalgadura, le llevó a un mesón, y lo curó.

Jesucristo nos presenta la distincion entre las obras imperfectas de la ley y las obras perfectas de la caridad en aquella parábola sublime en que vemos á un hombre maltratado por los ladrones, olvidado por el levita y socorrido por el samaritano. El levita representa la probidad legal humana, que absteniéndose de hacer el mal, omite hacer el bien.

13 y alzaron la voz, diciendo: Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros. 14 Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció, que yendo ellos, fueron limpios. 15 Entonces uno de ellos, como se vio que estaba limpio, volvió, glorificando a Dios a gran voz; 16 y se derribó sobre el rostro a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano.

48 Respondieron entonces los judíos, y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros, que eres samaritano, y tienes demonio? 49 Respondió Jesús: Yo no tengo demonio, antes honro a mi Padre; y vosotros me habéis deshonrado. 51 De cierto, de cierto os digo, que el que guardare mi palabra, no verá muerte para siempre. 52 Entonces los judíos le dijeron: Ahora conocemos que tienes demonio.