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Actualizado: 31 de mayo de 2025
¡Pero si yo no me burlo de vosotros, querido Pep! ¡Si todo es verdad!... Entérate de una vez: soy pretendiente de Margalida, como el Cantó, como ese verro antipático, como todos los muchachos que acuden a tu cocina para cortejarla... La otra noche me presenté porque ya no podía sufrir más, porque comprendí de pronto la causa de las tristezas que me vienen afligiendo, porque quiero a Margalida, y me casaré con ella, si ella me acepta.
Tuya... pero para siempre. Te quería antes, pero ahora te adoro... Por primera vez lo digo con toda mi alma. Rafael, impulsado por la dicha, tuvo un arranque de generosidad. Necesitaba darlo todo. Sí; mía para siempre. No temas entregarte, hacerme feliz... Me casaré contigo. En medio de su embriaguez vio cómo la artista abría con extrañeza sus ojos, cómo pasaba por su boca una sonrisa triste.
Nada de eso; no exagero exclamó Francisca. Quiero casarme y me casaré añadió con un fruncimiento de cejas que envejeció de un modo extraño su cara, de ordinario tan animada. ¿Y tú, Paulina? pregunté para evitar otra declaración de principios de Francisca. Yo dijo Paulina ligeramente sorprendida por la pregunta, haré lo que quiera mamá. ¡Dios mío! qué paloma... murmuró Francisca con despecho.
Casaré á mi hija con ese Cristóbal Cuero, y allá se arreglen; haré lo posible para que el duque de Lerma dé un empleo al galopín Cosme Aldaba, y cuando todo esté hecho, me iré con Luisa y con lo que haya nacido á Asturias, compraré una tierra y viviré en paz. El cocinero empezó á poner en sacos su dinero, y á colocar aquellos sacos en una arca.
10 Y en casa volvieron los discípulos a preguntarle de lo mismo. 11 Y les dice: Cualquiera que repudiare a su mujer, y se casare con otra, comete adulterio contra ella; 12 y si la mujer repudiare a su marido y se casare con otro, comete adulterio. 13 Y le presentaban niños para que los tocase; y los discípulos reñían a los que los presentaban.
Para él se necesita una rica heredera, que dé alas a su ambición, y no una señorita pobre que le encadene y le sirva de rémora y estorbo. Créeme, Manuela; ya te lo he dicho mil veces: yo no me casaré nunca... ni quiero casarme. No hablemos de esas tonterías, ni en broma.
Pienso, Reina, que eres muy joven; que esta prueba pasará y que tienes delante de ti una larga vida. Sabed, mi cura, que no soy de carácter resignado. Si vivo, no me casaré nunca; mas no viviré: estoy tísica. ¡Escuchad! Y traté de toser de un modo cavernoso. No juegues con tu salud. A Dios gracias, estás muy bien. Bueno dije levantándome, veo que no queréis creerme.
Doña Clara, que se había trenzado y arreglado entre tanto sus cabellos, permaneció largo tiempo en silencio. La reina estaba llena de ansiedad. Me casaré con ese hombre dijo al fin doña Clara. ¡Ah! ¡hermana mía! exclamó la reina arrojándose al cuello de doña Clara y besándola en la boca.
JOAQUÍN. Indudablemente eso está en la sangre. ¡Por vida de...! Si no ganas ese endiablado pleito, no hay justicia en la tierra... ni en el cielo. ¡Ay! Isidora, no sé por qué el Champagne da a mi alma un vigor que ya no tenía. Ello es que siento deseos de echarme a pensar cosas agradables. JOAQUÍN. Ganarás el pleito... Yo me casaré contigo...
26 Tengo, pues, esto por bueno a causa de la necesidad que apremia, por lo cual bueno es al hombre estarse así: 27 ¿Estás ligado a mujer? No procures soltarte. ¿Estáis suelto de mujer? No procures mujer. 28 Mas también si tomares mujer, no pecaste; y si la virgen se casare, no pecó; pero aflicción de carne tendrán los tales; mas yo os dejo.
Palabra del Dia
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