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¡Oh! abuela protesté con vehemencia, no se puede decir que una vida está truncada cuando se tiene la dicha de vivir sin un marido, sin un dueño, y libre de tantas vicisitudes... Admitamos que exagero en cuanto a algunas; pero me concederás que muchas solteronas participan de mi opinión. No todas tienen tus ideas y las hay que se resignan difícilmente al celibato.

En prueba de que no exagero y de que no pueden ser más atroces las injurias que nos dirigen algunos escritores, cuyas obras se traducen al castellano, teniendo acaso nuestro público el mal gusto de estimarlas y la candidez de creer lo que dicen, citaré al célebre catedrático de la Universidad de Nueva York, Juan Guillermo Draper, el cual, en su Historia del desenvolvimiento intelectual de Europa, asegura que España, en justo castigo de sus espantosos crímenes, está hoy convertida en un horrible esqueleto entre las naciones vivas, y añade Draper: «si este justo castigo no hubiera caído sobre España, los hombres hubieran ciertamente dicho: «no hay retribución: no hay DiosPor donde se ve que es un bien y no un mal el que este pobre país esté muy perdido, porque mientras peor estemos, mayores y más luminosas serán las pruebas de la existencia de Dios y de su justicia.

Aunque las palabras iban dirigidas al conde, Octavio miraba al decirlas á la condesa con la misma sonrisa en los labios y un poco ruborizado, sin duda, de haber hablado tanto tiempo. El conde le observaba cada vez con más curiosidad. Usted es muy joven, y no me sorprende que se aburra en Vegalora. Me parece, sin embargo, que exagera un poquito. No exagero, conde, no exagero. Es un pueblo fatal.

Mi padre me los transmitió a bajo una mala impresión y teniendo gran interés en que me causaran el peor efecto posible; luego es indudable que mi padre exageró mucho y por su propia cuenta lo que había recibido muy exagerado ya. Esto es la evidencia misma.

Dejo el sueldo sobre el mostrador, y oigo merci. Me despido, y oigo merci. Los lectores que no me conozcan, creerán que exagero. No diré que esto suceda en todas las tiendas de Paris, pero refiero hechos que me han sucedido, y acerca de los cuales tengo la evidencia de lo que sucede á uno propio. Dios no me salud si miento.

Y cada día más tonto, Butrón; crea usted que no exagero... Yo creí que sería imposible serlo más; pues nada, todos los días progresa... El respetable Butrón dio un suspiro, y poniendo en el anzuelo el cebo de un consuelito, tendió delicadamente la caña. Siempre te quedará Jacobo, excelente amigo, que sabrá aconsejarte... ¿No te ha escrito?...

Y era tan buena Lita que, delirando por dormir junto a su mamá, para no afligirla, nunca exageró sus dolores. A veces hasta los disimulaba... Esa mañana se sentía sin embargo dispuesta a usar de toda su energía para imponer su voluntad. En cuanto se coló la luz por las rendijas de la puerta, llamó a miss Mary.

Luego, por pequeñeces, como la de si habíamos o no de comer de vigilia, exageró su furia y se ensañó con nuestra madre: ¡esto es lo que me ha hecho más daño! La pobre ha tenido que marcharse de casa. ¡Gracias a que yo he logrado que la recojan en una comunidad que me protege! Por culpa suya, nuestro padre no tiene hoy quien le ampare y asista.

Un caballero cristiano que militaba en sus filas y á quien confió esta mision, deseoso de reconciliarse con su rey, exageró el número de los enemigos, y pintó no solo peligroso, sino hasta quimérico el proyecto de atacarlos. «Vais á morir, le dijo á Aben-Hud: vais á sacrificaros en vano por una ciudad que está condenada desde mucho tiempo á los horrores de la servidumbre.

Nada de eso; no exagero exclamó Francisca. Quiero casarme y me casaré añadió con un fruncimiento de cejas que envejeció de un modo extraño su cara, de ordinario tan animada. ¿Y , Paulina? pregunté para evitar otra declaración de principios de Francisca. Yo dijo Paulina ligeramente sorprendida por la pregunta, haré lo que quiera mamá. ¡Dios mío! qué paloma... murmuró Francisca con despecho.