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Y le recordó, pero de una manera truncada, á trozos. ¡Oh! dijo ; la reina me decía que importaba mucho que ese joven estuviese en palacio... en la guardia española... me mandaba comprarle una provisión de capitán... y me hablaba con calor de él... El alma del padre Aliaga se ennegreció más.

Pero concebid paralelamente otro porvenir además del matrimonio para el caso de que no os caséis a pesar de todo... Sobre todo, no vayáis a meteros en la cabeza que vuestra vida quedará truncada si no habéis encontrado esposo.

Las voces de los labradores que pasaban a lo largo de las paredes del parque nos sacaron a los dos de un apuro real, la duda de callar o reanudar una conversación truncada. He aquí la hora de bajar dijo Domingo, y le seguí hasta la granja en la cual todas las tardes a aquella misma hora tenía cuidados de vigilancia que llenar.

¡Oh! abuela protesté con vehemencia, no se puede decir que una vida está truncada cuando se tiene la dicha de vivir sin un marido, sin un dueño, y libre de tantas vicisitudes... Admitamos que exagero en cuanto a algunas; pero me concederás que muchas solteronas participan de mi opinión. No todas tienen tus ideas y las hay que se resignan difícilmente al celibato.

Vaya con lo que sales... Tontín, no digas disparates. Mi vida está completamente truncada y rota. No hay manera de soldarla ya... Cree que si me quisieran yo me quedaría aquí, yo sería bueno, y por darte gusto a ti y a tus amigas, me haría muy religioso, muy amigo de Dios y de la Virgen; emplearía todo mi dinero en obras de caridad, protegería la devoción...

A fuerza de investigar sus propios pensamientos y sus más ínfimos deseos, llegará a inspeccionar al prójimo de un modo igualmente meticuloso. Poco a poco pensará menos en sus defectos que en los de los demás. ¡Ah! Magdalena, una vida truncada es terrible para ella misma y para los otros. La malevolencia sistemática engendra tantas catástrofes...

La visita se realizaba comúnmente en lo alto de la torre truncada, bajo un cobertizo de tejas, reclinado cada cual sobre las tablas de una zahurda, donde los esposos criaban una media docena de cerdos, negros como la pez.

Advertí que la cerrazón de la máscara trágica se abonanzaba. Se insinuó una sonrisa. Era el advenimiento del hombre efusivo. Anoche dijo al fin don Gillén comencé a contarle innumerables futesas, sin interés o de muy escaso interés. Pero este asomo de interés se desvanecerá si dejamos truncada la historia.

Y la veo partir con su taima ridícula y vieja, que cubre los estragos del tiempo en su raída vestimenta; amoratadas las manos, que fueron finas y aristocráticas; metidos los pies en unos burdos zapatones; abatida al peso de su juventud fracasada, de toda su vida, obscura, truncada, deshecha.