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Actualizado: 23 de mayo de 2025


Dicho esto, la coja le ponía suavemente la mano en la espalda, empujándola hacia adelante. En el patio tuvo que cogerla por un brazo, porque quería subir de nuevo. «Si no te hacen caso, estúpida le dijo , si no eres la que hablas sino el demonio que te anda dentro de la boca. Cállate ya por amor de Dios y no marees más».

¡Adiós! ya se disparó... exclamó Marenval con desesperación. ¿Quién detiene ese molino de palabras? ¡Cállate! gritó el coro de convidados. ¡Tragomer! ¡Tragomer! Y los cuchillos golpeaban los vasos en cadencia, con un ruido ensordecedor.

¡Por los cuernos de Satanás! el sello de la aduana del Cielo nos cuesta más caro que la de Cádiz exclamó el maldito filósofo. ¡Cállate, miserable! dijo el fraile. Pero, reverendo, ¡dos doblones! Si es regalado, hijo mío. Ya se los cuesta al superior. Y la discusión iba a entablarse, cuando, de lo alto del sendero, acudió corriendo un hombre presa de la mayor agitación; era el pescador Pablo.

Otro velo... Maximiliano se vio precisado a echar otro velo... «Cállate, hazme el favor de callarte» le dijo, pensando que, según iba saliendo la historia, necesitaba lo menos una pieza de tul. Pero ella siguió narrando. Pues como iba diciendo, el tal joven salió también un buen punto. Una mañana, mientras ella dormía, le empeñó todas sus alhajas, para jugar.

¿Le gusta, don Camilo? preguntó dirigiéndose a su presunto novio. No... yo no entiendo mucho de eso, a me gusta mucho la zarzuela. ¿Has visto un imbécil igual? me dijo al oído Martín. Cállate repuso Valentina, te puede oír. Valentina se levantó del piano y se sentó a nuestro lado. Don Camilo, hombre de orden, se retiró temprano....

Cállate la boca... No te pido explicaciones, ni las necesito, ni las creo; ya sabes que no creo nada de lo que me dices, embustera, enredadora». Conocedora del carácter de la señora, Benina sabía que el peor sistema contra sus arrebatos de furor era contradecirla, darle explicaciones, sincerarse y defenderse. Doña Paca no admitía razonamientos, por juiciosos que fuesen.

¡El joyero Simoun! interrumpió otro, pero ¿qué tiene que ver ese judío con las cosas de nuestro país? Y nosotros que le enriquecemos comprando... ¡Cállate! le dijo otro, impaciente y ansioso de saber como pudo vencer el P. Irene á tan terribles enemigos. Hasta había grandes empleados que estaban en contra de nuestro proyecto, el Director de Administracion, el Gobernador Civil, el chino Quiroga...

¡Oh, cállate, Rodolfo! ¡Cállate! y posó sus labios sobre los míos. Si yo no volviese murmuré, tendrías que ocupar mi puesto, porque entonces serías la única representante de nuestra casa. Tu deber entonces sería reinar, no llorarme. Irguióse con toda la majestad de una Reina y exclamó: ¡, lo haría! ¡Ceñiría la corona y representaría mi papel! Pero ¡ah! mi corazón moriría contigo...

Somos luteranos dijo Ido sonriendo, muy satisfecho por tener ocasión de soltar aquel chiste que era viejo y había sido soltado sin número de veces. ¡Qué dice este hombre! exclamó la fundadora horrorizada. Cállate y no disparates replicó Nicanora . Yo soy lutera, vamos al decir, pinto papel de luto.

Reina, eso está muy mal. Cállate y escúchame. La venganza es el placer de los dioses, proseguí yo, dando un salto para cazar un moscardón que revoloteaba sobre mi cabeza. Vamos, hijita, hablemos con seriedad. Pero si yo hablo seriamente respondí, deteniéndome delante de un espejo, para comprobar con cierta complacencia, que la animación me sentaba.

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