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A la madrugada, se levanta la bruma de mar. Comienzan todos a inquietarse. Toda la tripulación está sobre cubierta. El capitán no abandona la toldilla... En el entrepuente, donde van metidos los soldados, la obscuridad es completa; la atmósfera está calurosa. Algunos están enfermos, tendidos sobre sus petates. El buque cabecea horriblemente; no se puede permanecer de pie.

Maltrana creía caminar en medio de una bruma que le ocultaba los objetos, que hacía elástico el suelo, dando a sus pisadas una ligereza sobrenatural. Un perfumo extraño, de embriagadora suavidad, acariciaba su olfato. Parecíale imposible que una muchacha criada en las Carolinas, entre los desperdicios de la villa, oliese tan bien.

Por fin, la bruma de polvo y de impurezas que se eleva desde las llanuras me ocultó las pendientes bajas: quedaba tan sólo una especie de decoración cimentada en nubes y á penas podía encontrar mi mirada alguna de las cumbres pisadas en otro tiempo. Después los vapores cubrieron todos los contornos; rodeóme por todas partes la llanura de invisibles límites.

Por fin, después de aquella larguísima noche, comenzó a aclararse la bruma y se presentó la mañana, una mañana triste, de un color sucio, como envuelta en lluvia y en barro. Los cuervos pasaron por encima de nuestras cabezas lanzando gritos estridentes. Parecían lamentarse de no ver nuestros cadáveres sobre el cieno inmundo de los pantanos. Allen vio de pronto el bote en una punta próxima.

Marcharon los tres a la posada, ya hechos amigos, y Martín fué a ver a un confitero carlista de la calle Mayor. Durmieron en la posada de Blas y muy de mañana Zalacaín y Bautista se prepararon a seguir su camino. Era el día lluvioso y frío, la carretera, amarillenta, llena de baches, ondulaba por entre campos verdes; no se veía el monte Itzarroiz, envuelto entre la bruma.

La brisa, esa respiración de Dios, reposa inmóvil, y la bruma que se extiende como una sombra sobre la colina, como una sombra cuyo velo no se ha desgarrado todavía, resulta así un símbolo y un signo. Como logra permanecer suspendida a los árboles, ese es el misterio de los misterios!

Pronto se cansaron los pasajeros de contemplar la cortina de bruma. Muchos creían ver en su densa superficie bultos negros que surgían de pronto y se agrandaban, siluetas de buques viniendo sobre ellos a todo vapor. Acabaron por resignarse, mostrando un valor fatalista; lo que hubiese de ocurrir era inevitable.

Comprenderá usted que a los carabineros no les sobra la plata y una gorra cuesta cara. Pues bien, parece ser que al levantar un momento la cabeza nuestro hombre, vio, muy cerca de él, entre la bruma, un buque de alto bordo que huía a palo seco, sotaventeando las islas Lavezzi. Este buque marchaba con tanta velocidad, que el aduanero apenas tuvo tiempo de verlo bien.

El sol comenzó a abandonar las olas y a subir en el cielo claro y limpio, ahuyentando la bruma; las velas se teñían por el rojo sol naciente y se hinchaban cada vez más. El patrón hablaba a sus hombres y les ordenaba tirar de las cuerdas para recoger las velas de cuando en cuando. El grumetillo cantaba a proa una canción vascongada.

Manila se achica, se contrae, se confunde, y por último, al aclararse las costas de Cavite, solo una faja de bruma señala en el horizonte el lugar de partida.