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Actualizado: 31 de mayo de 2025


El monaguillo repugnaba y tomaba el largo, el cojo insistía y le daba caza a pesar de su manquedad de piernas, y el can, como práctico ya en tal guerra, brincaba y saltaba a las espaldas del muchacho, conociendo bien que no hay como amenazar la retirada para perturbar al enemigo.

Brincaba mi extranjero, y yo le veía dispuesto a hacer un disparate. Amigo, aquí no hay más remedio que tener paciencia. ¿Y qué nos han de hacer? Mucho y malo. Será injusto. ¡Buena cuenta! Logré, por fin, contenerle. Pues ahora no se le despacha a usted; vuelva usted mañana. ¿Volver? Vuelva usted, y calle usted. Vaya usted con Dios. Yo no me atrevía a mirar a la cara a mi amigo.

Así es que, vencidos los obstáculos que se oponían a su dicha, viendo ya rendido a D. Luis, teniendo su promesa espontánea de que la tomaría por mujer legítima, y creyéndose con razón amada, adorada, de aquél a quien amaba y adoraba tanto, brincaba y reía y daba otras muestras de júbilo, que, en medio de todo, tenían mucho de infantil y de inocente. Era menester que D. Luis partiera.

Lo mismo era verla que ya perdía su continente grave y reposado: saltaba y brincaba y movía la cola haciendo mil suertes de carocas lo mismo que un ruin cachorro. Algunas veces, sin decir oste ni moste, le ponía las patas sobre el pecho, y en poco estaba que no la hiciese caer; otras, cuando la veía sentada en el campo, se acercaba sigilosamente por detrás y le pasaba la lengua por la cara.

Con admirable intuición comprendía ya que las plantas más diminutas merecían el mismo examen atento que los árboles seculares, porque en todas partes la Naturaleza revela su inmensa riqueza. Por eso brincaba a menudo por encima de los setos y se metía por los cuadros de flores para estudiar los organismos inferiores.

El beato Bernardo de Corleón, que bebía agua de fregar; Santa Senorina, que imponía silencio a las ranas; Santiago el Menor, que a fuerza de hincarse de rodillas crió en ellas callos como los camellos; San Toribio Mogrobejo, que nadaba entre caimanes como quien se baña con amigos; Santa Catalina de Sena, que una vez pasó desde el principio de Cuaresma a la Ascensión sin más alimento que la comunión; Santa Inés de Montepoliciano, que viendo imágenes de Cristo brincaba en la cuna de alegría; y la beata María Ana de Jesús, que dormía desnuda sobre manojos de zarzas y cambrones, eran figuras que desaparecían ante otras aureoladas de admirable grandeza; vírgenes con los pechos cortados a cercén, doncellas que desafiaban a los pretores romanos, niños cruelmente perseguidos y hombres que, ofreciendo a Dios el espíritu, entregaban la materia al dolor, como amada que se rinde a su amante.

¡Qué cosas tienes! respondió la muchacha destapando el rostro y sonriendo . Es natural que sienta dejar al pobre papá y... y a las chicas. Pues ellas murmuró el señorito me parece que no te echarán memoriales para que vuelvas. Nucha calló. El carruaje brincaba en los baches de la salida, y el mayoral, con voz ronca, animaba al tiro.

Poseía asimismo una imaginación fecunda y audaz para toda clase de farsas divertidas y talento especial para imitar la voz, el gesto y el modo de andar de cualquier persona. Corría y brincaba con agilidad pasmosa, a pesar de su obesidad bien pronunciada.

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