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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Si alguno había querido tratarla como a Obdulia, pronto había encontrado un desdén altivo y una ironía cruel capaces de helar una brasa.

¡El demonio no te llama Isabel!... ¡El demonio te llama voz de mentira, cuervo de ingratitud, sierpe de hipocresía, brasa de lujuriaSólo la santa de quien fuimos verdugos te llama Isabel! ¡Ay, para ella todos éramos sus hijos!... ¡Pero Satanás no tiene en los labios el amor de aquella boca ya muda!... ¡Isabel, para mi te llamas remordimiento, y esa bruja, bruja!

Un ostricario moreno, enjuto, de ojos de brasa y enormes bigotes, tenía su puesto en la puerta del restorán, ofreciendo mariscos de intenso olor, que tal vez habían echado media semana en ascender desde la ciudad á las alturas del Vomero.

El pensamiento de Dios fue entonces como una brasa metida en el corazón; todo ardió allí dentro en piedad; y Ana, con irresistible ímpetu de fe ostensible, viva, material, fortísima, se puso de rodillas sobre el lecho, toda blanca; y ciega por el llanto, las manos juntas temblando sobre la cabeza, balbuciente, exclamó con voz de niña enferma y amorosa: ¡Padre mío! ¡Padre mío! ¡Señor! ¡Señor! ¡Dios de mi alma!

¿Quién va? preguntaron de adentro ásperamente. Levantó el pestillo sin contestar, y entró. Gonzalo, que estaba en pie en medio de la estancia, se puso rojo como una brasa al ver a su tío. Este le oprimió fuertemente contra su pecho. Las lágrimas corrieron abundantes por las mejillas del joven. Nadie le había visto llorar en aquellas críticas circunstancias.

Ante aquella brutal agresión se le encendió el rostro como una brasa. Las carcajadas malignas de D. Joaquín y D. Melchor concluyeron de turbarle. ¡Hombre, no está mal eso! ¡jo! ¡jo! ¡Me gusta eso! ¡jo! ¡jo! Está bien eso de la abstención. ¡Mucho que ! Tiene usted ingenio, D. Narciso. ¡Mucho ingenio! ¡jo! ¡jo! ¡jo!

De vez en cuando se desprende, con ruido seco, algún pedazo de brasa, y rodaría hasta la alfombra sin la intervención salvadora de dos cabezas de bronce enlazadas por una barra de hierro que guardan la entrada del agujero. La impasibilidad estoica con que se dejan tostar por los carbones, antes que consentirles pasar á prender fuego á la casa, es digna de encomio.

Currita calculaba complacidísima el efecto, alejando de el retrato, y la mano con que le sostenía fue a tropezar con el pedazo de cogulla del fraile; retiróla bruscamente, cual si hubiese tocado una brasa ardiendo, y miró con miedo, con espanto casi, la magnífica cabeza de Pantoja, que tan admirablemente expresaba sobre el lienzo la imponente y serena calma de la muerte.

Amparo, cubriendo la brasa con ceniza, juntaba en una cazuela berzas, patatas, una corteza de tocino, un hueso rancio de cerdo, cumpliendo el deber de condimentar el caldo del humilde menaje. Hecho lo cual, se presentó más oronda que una princesa a la persona encamada a quien había llevado el desayuno.

Si antes supiera que la apetecías, antes te la hubiera ofrecido, ¡oh mandarín excelsoGonzalo terminó de leer la gacetilla con indiferencia. De pronto, cayó como un rayo sobre su mente la idea de que en aquel cuentecillo se aludía a él. Una ola de sangre subió a su rostro, y se lo encendió como una brasa. Echó una rápida mirada de vergüenza en torno. Estaba solo.

Palabra del Dia

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