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Actualizado: 13 de junio de 2025


Y reía, efectivamente, al pensar que vivían como unas grandes damas aquellas mozuelas cobrizas, de ojos de brasa, que él había visto merodear sucias y costrosas por los campos de Jerez.

El capataz Celedonio, mestizo de treinta años, generalmente detestado por su carácter duro y avariento, también ofrecía una lejana semejanza con el patrón. Casi todos los años se presentaba con aire de misterio alguna mujer que venía de muy lejos, china sucia y mal encarada, de relieves colgantes, llevando de la mano á un mesticillo de ojos de brasa.

Quizá había caído alguna prenda de vestir en la chimenea: algún calcetín, algún pañuelo... El tío Frasquito saltó fuera de la cama y corrió allí muy alarmado... ¡Tampoco!... El fuego ardía en la chimenea moderadamente, y la espesa grille metálica que la cerraba no permitía el paso a ninguna brasa. ¡Cosa más singularr!...

Poco mas arriba de Nare la monotonía empieza, y los bosques interminables de guarumos, árbol de color gris claro que parece un fantasma en esqueleto, le dan á las orillas un aspecto de tristeza y esterilidad. El sol quema como una brasa, el calor, de 36 grados, es sufocante, y la desolacion de la naturaleza comienza.

Adelantó los pies, luego las manos, hacia la hoguera; sacudió las enaguas, con objeto de enjugarlas por igual, y finalmente, sentose en el suelo a la turca para mejor gozar del fuego, que contempló fija y absorta, oyéndole crujir y viendo los troncos pasar de color de brasa al negro. ¿Don Ignacio? dijo de pronto ¿Lucía? ¿A que no sabe usted lo que estoy pensando? Usted dirá.

Si hacemos dar vueltas en derredor á una brasa encendida, nos parece que siempre ilumina todo aquel espacio, y en la realidad la luz no está mas que en un punto del círculo que describe la brasa. Del mismo modo nos engañan los otros sentidos.

Ante el absorto padrino y su hija María de la Luz, que le miraba fijamente con sus ojos de brasa, el muchacho sacaba a puñados las monedas de oro, las libras inglesas, como si fuesen ochavos, y acababa por extraer de las alforjas algún pañuelo vistoso o puntilla complicada, para hacer regalo de ello a la hija del capataz.

A las nueve muy largas, cuando cerca de cinco mil barquillos reposaban en el tubo, todavía el padre y la hija no habían cruzado palabra. Montones de brasa y ceniza rodeaban la hoguera, renovada dos o tres veces. La niña suspiraba de calor, el viejo sacudía frecuentemente la mano derecha, medio asada ya. Por fin, la muchacha profirió: Tengo hambre.

El dolor ajeno lo siente como dolor propio; el dolor propio lo multiplica por todos los dolores ajenos; y así en el dolor propio como en el ajeno experimenta el contacto de esta y aquella brasa de la gran hoguera que es el dolor universal, el drama de la vida.

Tal vez era una buena persona; así lo creía Rafael cuando pensaba en aquel lejano período de su vida; pero aún tenía presente el susto que experimentó siendo niño, al encontrar en una calleja al terrible doctor, que le miró con sus ojos de brasa acariciándole las mejillas bondadosamente, con una mano que al arrapiezo le pareció de fuego.

Palabra del Dia

rigoleto

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