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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Tenía así el brazo derecho algo descoyuntado y andaba sin saco por la calle... ¡Pero lo peor era la estrella que me quemaba el pecho como una brasa! Afuera de mi casa noté una cosa bien tonta. Noté que el cielo era un gran toldo negro. Y el toldo se caía, por haberle quitado yo la estrella que lo sostuviera, en el cenit.

Petra se encargó de presidir el servicio de la mesa de aldea, aún vestida de aldeana del país, y colorada, echando chispas de oro de los rizos de la frente, y chispas de brasa de los ojos vivos, elocuentes, llenos de una alegría maligna que robaba los corazones de los aldeanos y de algunos clérigos rurales.

El, que esperó encontrar en el canónigo un consejero de humildad, recibió de su verbo la brasa viva de la ambición.

Pusose Lucía color de brasa, y bajándose, cogió un puñado de hojas secas, maniobra que le sirvió para disimular su confusión. Después se entretuvo en reducirlas a polvo entre el índice y el pulgar, soplando para aventarlo más presto.

¡Juaniyo!... ¡Juan! ¿No me conoses?... Soy la Caracola, la señá Dolores, la mare del probesito Lechuguero. Gallardo sonrió a la vieja, negruzca, pequeña y arrugada, con unos ojos intensos de brasa, ojos de bruja, habladora y vehemente. Al mismo tiempo, adivinando la finalidad de toda su palabrería, se llevó una mano al chaleco.

Algunos árabes de bronceada y nerviosa delgadez permanecían silenciosos, pero avanzaban el cuello lo mismo que los caballos de carreras, brillando sus ojos de brasa con un fulgor homicida, mostrando sus dientes ansiosos de morder.

Y ella, al sentir más próxima la boca de Febrer, al percibir su aliento ardoroso, movió levemente la cabeza. «No, no. ¡Váyase!... Tengo miedoSus ojos se elevaron para mirar rápidamente a todos aquellos jóvenes morenos, de gesto trágico, que parecían quemarlos a los dos con sus pupilas de brasa.

En aquel momento solicitaba su mano un conde del país, de una palidez aceitunada y ojos de brasa, el cual permanecía días enteros en el salón de espera del hotel, lo mismo que un empleado de agencia de viajes, para acompañarla en todas sus salidas. Mina era la vigésima millonaria americana á la que pretendía elevar, ofreciéndole su corona condal.

Febrer vio salir a unas mujeres vestidas de negro, tétrico grupo de tapadas, que apenas enseñaban a través de la abertura del manto su nariz enrojecida por el sol y un ojo de brasa velado por las lágrimas. Iban cubiertas con el abrigais, chal de invierno, envoltura tradicional de gruesa lana, cuya vista producía una sensación de tormento y asfixia en aquella mañana bochornosa de verano.

Con él se habian, huyendo, retraido Galiano de Meira, el bullicioso, Y Ochoa vizcaino, su querido; No cual de ellos era mas vicioso. El pueblo con instancia le ha pedido Que si quiere tener algun reposo Aquestos eche fuera de la casa, Sino que le harán en breve brasa.

Palabra del Dia

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