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Actualizado: 11 de mayo de 2025


La frase acá estamos todos tuvo origen, según el vulgo, en un cuentecillo relatado mil veces por las abuelas a sus nietezuelos: «Un duende hacía tantas diabluras en una casa, escondiendo mil cosillas, y rompiendo otras mil, que el inquilino, por huir de él, se resolvió a mudarse a otro barrio.

Desnudola el infeliz, lleno de angustia; y, a buena cuenta, la dio unos fregoteos de arriba abajo con unos herbachos secos que había a sus alcances: lo que me ha dado ocasión para pintar una escena muy notable del género naturalista, que es el que impera hoy en todas las manifestaciones del arte... Resultado, que la chica vuelve en ; que se pasa la mañana con el chico; que, en tanto, se le va secando la ropa al sol; que se la viste al fin, y que arreglado también el barquichuelo por el diligente y placentero galán, Hero se vuelve a su casa tan despreocupada y campante como si no hubiera roto un plato... Tampoco en este cuentecillo, considerado aisladamente, hay cosa en que pueda cebarse la malicia del lector al primer golpe; pero vaya usted observando que el cuento sigue inmediatamente, en el orden de colocación en el periódico, a la relación del percance del jueves; y va seguido, a su vez, de esta noticieja, que no puede ser más inocente: «Dentro de muy pocos días llegará a Villavieja un acaudalado, culto y distinguido joven, ciudadano de una de las más florecientes repúblicas hispano-americanas, e hijo de dos ilustres villavejanos, cuyos deudos y tierra nativa viene a conocer el ilustre viajero, después de haber recorrido lo más digno de verse en Europa.

Si antes supiera que la apetecías, antes te la hubiera ofrecido, ¡oh mandarín excelsoGonzalo terminó de leer la gacetilla con indiferencia. De pronto, cayó como un rayo sobre su mente la idea de que en aquel cuentecillo se aludía a él. Una ola de sangre subió a su rostro, y se lo encendió como una brasa. Echó una rápida mirada de vergüenza en torno. Estaba solo.

A los primeros meses de su llegada, todo era hablar de la Corte, de sus buenos amigos, de ministro Tal, ex-ministro Cual, disputado C, escritor B; no había suceso político, escándalo cortesano del que no estuviese enterado en sus mínimos detalles, ni hombre público de cuya vida privada no conociese los secretos, ni podía suceder nada que no hubiese previsto ni dictarse una reforma sobre la que no le hubiesen pedido anticipadamente su parecer y todo esto sazonado de ataques á los conservadores, con verdadera indignacion, de apologías del partido liberal, de un cuentecillo aquí, una frase allá de un grande hombre, intercalando como quien no quiere ofrecimientos y empleos que rehusó por no deber nada á los conservadores.

El tío Traga-santos ya comprendió la filosofía de este otro cuentecillo, pero continuó en su vano empeño de complacer á todos los que le pedían que sirviese de medianero entre ellos y el Santo, porque no tenía cara para negar nada á nadie, y era aficionadísimo al ten-con-ten.

Basta ya por hoy. Otro día hablaré de otras razones menos disparatadas que alega el señor Merchán en favor de la guerra de Cuba. Ciencia exacta es la estadística. Yo no lo niego. Lo único que me atreveré á decir es que siempre que de estadística se trata, acude á mi memoria este cuentecillo.

La misma grande semejanza con las de Lope se echa de ver en todas las comedias del poeta ecijano: las fuentes, unas; iguales los procedimientos; igualmente rica la dicción; análogo el nervio en lo dramático; parecidísimas las gracias en lo festivo, e idéntica en ambos la propensión a avalorar lo propio entreverándolo con todos los elementos del folklore nacional; aquí, con la conseja vulgar y la tradición legendaria; allá, con el refrán hábilmente desleído y glosado en cuatro o seis versos; acullá, con la vieja cancioncilla histórica, que siempre, por lo grata, parece nueva a los oídos españoles; y en otro lado, en fin, con el sabroso cuentecillo popular, picante sin demasía.

Pero el cuentecillo tiene su buena dosis de sal y pimienta. Lo sentiría mucho dijo la condesa . Es un recuerdo que he tenido al oír hacer la apología de las obras de Dumas. ¡Tantas exclamaciones vacías y ni siquiera una palabra de elogio para esa historia de la Magdalena y de Lázaro, de la que no puedo leer un renglón sin derramar lágrimas!

Esa es, en fin, materia sagrada, y nadie las mueva, que estar no pueda con Roldán a prueba. Pero, señor, nunca se ha ahorcado a nadie por decir que Fulano es mal cómico. Lo que se ha hecho, señor Bachiller, y lo que se hará, mejor se está callado. Se reclama, se apela... Señor Munguía, quiero contarle a usted un cuentecillo, y es caso ocurrido no ha muchos meses en un lugarcito de las Batuecas.

Palabra del Dia

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