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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Y salieron a la calle llevando por delante a los niños, los cuales iban brincando como cervatillos por la acera. ¡Eh chis chis! gritó el boticario llamándolos. ¿En qué calle vivís? En la calle del Tribulete contestó el mayor. ¿Qué número? Los chicos se miraron uno a otro con sorpresa y quedaron silenciosos. ¿No lo sabéis? Está bien. ¿Pero sabréis ir a casa? ¡Ah, señor!

El boticario se le impone y le dice que allí no está en las provincias para atropellar a nadie impunemente. Este suceso llena de placer a toda la ciudad de Buenos Aires. ¡Pobre Buenos Aires, tan candorosa, tan engreída con sus instituciones! ¡Un año más y seréis tratada con más brutalidad que fué tratado el interior por Quiroga!

Luego dijo: Aun sin propasarme hasta el extremo de la azotaina, y aun sin cometer ningún crimen, he de castigarla valiéndome de la lengua, que ha de lanzar contra ella palabras que le abrasen el pecho. Ha de lanzar mi lengua más rayos de fuego que la uña del boticario. Cada una de las palabras que yo le diga ha de ser como uña ponzoñosa de alacrán que le desgarre y envenene las entrañas.

Ante todo, es bien que os informe de quién soy, cuál es mi patria y mi condición. Estadme atentos. Confieso que soy gallego, del riñón mismo de Galicia, pues que nací en un pueblecillo de la provincia de Orense, llamado Bollo. Mi padre, boticario de este pueblo, no tiene más hijo que yo, y ha labrado para una fortuna que, si en Madrid significa poco, en Bollo nos constituye casi en potentados.

Y volvió a quedarse dormido como un tronco. No por obra de ningún diablejo de aquellos que, en opinión de don Alejandro Bermúdez, se entretienen en llevar por los aires chismes y cuentos de oído en oído, levantando los tejados o colándose por los resquicios de las puertas, sino por una prosaica y vulgar coincidencia, se despertaba Nieves en su lecho en el mismo instante en que volvía a dormirse en el suyo el hijo del boticario de Villavieja.

A me transportaron a la botica más próxima; se llamó al boticario, que dormía; bajó éste y examinó la herida. Era mayor de lo que yo pensaba. Me hizo la primera cura provisional y mandó que inmediatamente me trasladasen a la cama y se avisase al médico. Lleváronme en una silla hasta casa. No fue pequeño el susto que allí hubo al verme entrar de aquel modo.

-Mal estáis con las dueñas, Sancho amigo -dijo la duquesa-: mucho os vais tras la opinión del boticario toledano. Pues a fe que no tenéis razón; que dueñas hay en mi casa que pueden ser ejemplo de dueñas, que aquí está mi doña Rodríguez, que no me dejará decir otra cosa.

En el cual no ocurrió nada, absolutamente nada de que pudiera tirar el avispado Bermúdez para descubrir lo que andaba buscando. Hasta que, ya de noche, llegaron a la tertulia el boticario y su hijo... y le hundieron un codo más en el piélago de sus aprensiones. ¡Qué cara la de don Adrián, y qué voz, casi llorosas, y qué aspecto tan cobardón y azorado el de Leto!

Mostrando por esta prodigalidad cierta extrañeza un boticario de la población con quien alguna vez se dignaba hablar, le respondió con fría arrogancia: Pago una botella, porque me parece indecoroso que D. Pedro Quiñones de León pida una copa como cualquier c...tintas de las oficinas del gobierno político.

-Calla, Sancho amigo -dijo don Quijote-, que, pues esta señora dueña de tan lueñes tierras viene a buscarme, no debe ser de aquellas que el boticario tenía en su número, cuanto más que ésta es condesa, y cuando las condesas sirven de dueñas, será sirviendo a reinas y a emperatrices, que en sus casas son señorísimas que se sirven de otras dueñas.

Palabra del Dia

bagani

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