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Actualizado: 28 de mayo de 2025
»Yo creo que habría palos en el Casino, si a Maravillas le diera por hablar tan recio allí, porque solamente con la estampa y la sonrisita es ya una indigestión continua para ciertos y determinados temperamentos: uno de ellos el fiscal, de seguro; y muy probable, el hijo del boticario, que es atroz por lo sincero, por lo acelerado... y por lo forzudo, y se pasa las horas muertas jugando al billar con el Ayudante de Marina que está siempre desocupado.
Dios me libre de ser calumniador y de pecar de malicioso. Quizá fuesen ponzoñosas hablillas de la malvada lengua del boticario, a lo que parece, acérrimo enemigo de Serafina.
Yo me inclino a presumir que, ofendido el boticario por las burlas de Serafina sobre el mencionado negocio, divulgó contra ella lo que voy a contar como me lo han contado, sin-responder de que sea verdad, exageración o mentira.
Su trato con el médico, con el boticario, con los ricos labradores de aquí, apenas da motivo para tres palabras de conversación.
No iba nada Sancho alegre, porque le entristecía ver que Altisidora no le había cumplido la palabra de darle las camisas; y, yendo y viniendo en esto, dijo a su amo: -En verdad, señor, que soy el más desgraciado médico que se debe de hallar en el mundo, en el cual hay físicos que, con matar al enfermo que curan, quieren ser pagados de su trabajo, que no es otro sino firmar una cedulilla de algunas medicinas, que no las hace él, sino el boticario, y cátalo cantusado; y a mí, que la salud ajena me cuesta gotas de sangre, mamonas, pellizcos, alfilerazos y azotes, no me dan un ardite.
No iba al casino, no frecuentaba la tertulia del boticario, no sabía palabra de política, no visitaba a las señoras devotas del lugar, en fin, se aseguraba ya que no servía para nada.
El boticario del pueblo, que se daba á observar los astros, entendía algo de judiciaria y tenía sus pelos de nigromante, vió todas aquellas cosas celestiales aparecidas en el cielo de Ateca, y dijo con gran solemnidad que eran señales de que aquel niño sería pasmo y gloria del universo mundo.
Bien pudiera ser verdad pensó mientras cerraba los broches de las tapas, dejando el clavel adentro , que no lo hago del todo mal. Volvió el álbum al cajón, cerrole con llave, bajó a la botica, y estúvose con su padre un buen rato hablando de los sucesos del día en Peleches y en la mar. ¡Muy satisfecho estaba de ellos el boticario! Y también de Leto.
Todo esto le mejoraba y embellecía indudablemente, por lo que el viejo boticario no se cansaba de mirarle ni cesaba de sorprenderse. Verdaderamente, Leto le dijo en una ocasión , que lo tenía yo pronosticado... porque, aunque no he visto mucho, los años, ¡caray! son grandes maestros y enseñan de todo... eso es.
Y se fue derecho a la botica donde, por haber hallado a los dos Pérez solos, les informó, con las debidas atenuaciones de caridad, de lo mal que andaban sus negocios en Peleches. A don Adrián le faltó poco para desmayarse. La tribulación del boticario
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