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Actualizado: 24 de mayo de 2025


Refirió entonces Maxi un pasaje curiosísimo y reciente de la historia de la tal Mauricia, que había sido contado aquella misma tarde, después de la cura, por el Sr. de Aparisi, uno de los que solían ir de tertulia a la botica. «Pues esa buena pieza, en una de las tremendas borrascas que le produce el maldito vicio, fue recogida de la calle por los protestantes, que tienen su capilla y casa en las Peñuelas». Enterose doña Guillermina, la señora esa que pide para los huérfanos de la calle de Alburquerque, y lo mismo fue saberlo, que volarse... Vean ustedes.

Ya no eran aquellos los días de las borrascas sensuales, en que el amor físico, mezclándose al platónico, se entregaba al arabesco de la pasión disparatada y caótica; el alma ya se había sobrepuesto y daba el tono al cariño, que, al arraigarse y convertirse en costumbre, se había hecho espiritual.

Desde aquí hicimos rumbo, para llegar lo más pronto posible a la región de los alisios, que pensábamos encontrar hacia los paralelos 18° ó 20°; pero no tuvimos suerte. Al doblar el Cabo de Buena Esperanza luchamos con una violenta tempestad, que por poco no nos arrastra hacia los escollos del continente africano, y en todo el resto del viaje fuimos padeciendo borrascas y tiempos duros.

Por eso no me causa admiración que con ánimo invicto sufriese muchas persecuciones y reparase, aun con la pérdida de su reputación, los daños, bien que ligeros, de su cristiandad; antes dando cuenta de estas sus borrascas al P. Francisco Burgés, Procurador general de esta provincia, en carta de 29 de Septiembre de 1705, escrita á Madrid, le dice así: «Para no puede haber mayor gloria que el que me persigan por llevar adelante aquella nueva cristiandad de los Chiquitos que tantos trabajos y sudores me ha costado desde los principios

El guerrero se zafa aquí por un expediente revolucionario del problema que tanto ha embarazado al pobre molusco. «Respirar á pesar de la concha.» A lo que contesta: «Respiraré por el pie, por la mano. El punto débil por do pudiera ser habido, lo coloco en el arma de guerra. ¡Que vengan, pues, á atacarme por ahíEl no teme otro enemigo que las borrascas y las rocas.

Apolonio se hubiera despeñado en la negra desesperación, a no estorbárselo, de una parte, la compañía habitual del señor Novillo, con que se distraía de los sombríos pensamientos y se le deparaba coyuntura de explayar la exuberancia del lastimado pecho, y de otra parte, más principalmente, el amor a la duquesa de Somavia, un amor cada día más exaltado, más puro, más imposible, más delicioso y novelesco. «Con estas dos vejigas decíase Apolonio me mantengo a flote sobre las borrascas de mi espíritu

Es principio indubitable que los puertos de arribadas deben ser seguros y de fácil entrada, donde los navegantes se acojan impelidos de las borrascas, de necesidad de víveres ó de la incomodidad de la navegacion, para procurarse seguridad, descanso, refresco ó habilitacion del buque; y no pudiéndose encontrar ninguno de estos alivios en los puertos de la costa patagónica, ya se por esta parte que no son de utilidad alguna: consideracion que se extiende á que tampoco lo son para las demas naciones, fuera de que en puertos de mareas tan variables y excesivas, nadie querrá arrojarse á la arribada, temiendo le fuese mas perjudicial que la borrasca.

En invierno se las arreglan, de un modo análogo, con las ropas de desperdicio del padre, con un refajo de la madre, ó con la manta de la cama. El Tuerto era pescador, su mujer es sardinera, y los niños ... viven de milagro. En la otra buhardilla habita solo otro marinero, sesentón, de complexión hercúlea, y un tanto encorvado por los años y las borrascas del mar.

Sus ondas son de un verde pálido bellísimo; su navegacion es activa y muy importante; sus borrascas no muy frecuentes pero violentas; su temperatura suave y deliciosa durante las noches de verano, pero fuerte y enérgica durante el dia. El canton de Zuric es uno de los mas ricos, fuertes, importantes é ilustrados de la Confederacion.

Usted es la única persona que le domina cuando se pone así... Salga a ver si le encuentra; yo se lo ruego». A esto replicó el buen farmacéutico que no podía repicar y andar en la procesión. Fuese la de Jáuregui desconsoladísima, con intento de ver al Sr. de Torquemada, faro luminoso que le marcaba el puerto en todas las borrascas de la vida.

Palabra del Dia

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