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Actualizado: 24 de junio de 2025


Mi criada tiene a su molinero que le dice al oído palabras que le encienden el rostro; aquí oigo carcajadas del placer que causan emociones para desconocidas...». En aquel momento tuvieron que detenerse entre la multitud. Había un drama en la acera. Un joven alto, de pelo negro y rizoso, muy moreno, vestido con blusa azul, gritaba: ¡La mato! ¡la mato! Dejadme, que quiero matarla.

La blusa de cutí azul dibujaba sus recias espaldas, descubriendo cuello y manos morenas; ancho sombrerón de detestable fieltro gris honraba su cabeza, monda y lironda ya por obra y gracia del barbero. Una hermosa tarde estival aguardaba a Amparo muy ufano, porque en los bolsillos de la blusa le traía melocotones, adquiridos en la plaza con sus ahorros.

Pues yo, tías brujas, ando al sol y al aire, con los zapatos rotos, y la blusa rota, muerto de frío; con que... ¡Eh!... ¿Quién es aquel que va a caballo? ¿No es Gaitica? El mismo, un chulo vestido de persona decente. Y saluda a dos que van en un coche. Todo porque estos días ha ganado al juego muchos miles. Ladrón, ruletero, chulapo, ordinario, canalla.

Andresito seguía con mirada triste las evoluciones de aquellas bulliciosas salamandras con blusa, que saltaban por entre las llamas como si tal cosa, sacudiéndose las chispas como los perros.

Ya no vio más. Se sintió cogido de nuevo. Pero ahora era su madre la que sollozaba lo mismo que la vecina. «¡Hijo mío! ¡pobrecitoLa dolorosa visión borrábase instantáneamente en su memoria. Un período de obscuridad venía luego, y pasado éste, se veía con cierta blusa negra que le daba gran prestigio entre la chiquillería de la vecindad.

Ya faltase todo el día al taller de Bou, ya asistiese puntualmente, nunca dejaba de ir al café del Sur. A veces no estaba más que un rato, a veces cuatro o cinco horas. Se le veía solo, en blusa azul y gorra, con los codos sobre la mesa, el vaso de café delante y en la boca un puro de a cuarto, mirando las nubecillas de humo con estúpida somnolencia.

Allí los jóvenes más ricos no se desdeñan de vestir la blusa del marinero o la camiseta. Al contrario, es de lo más fashionable, como ellos dicen. ¡Cuántos viajes habremos hecho río arriba! Luego cada poco tiempo hay regatas. Acude la gente como en Madrid a los toros, se cruzan grandes apuestas... ¡Es un recreo delicioso! ¡Qué entusiasmo entre nosotros desde muchos días antes!...

Empezó luego a registrar los pliegues de su blusa entre extrañas contorsiones y muecas. Después de algunos momentos, sacó de Dios sabe dónde un delantal de niña, que colocó sobre el cesto, diciendo: Olvidar una pieza lavadero. Y comenzó de nuevo su registro. Por último, el éxito coronó al parecer sus esfuerzos; sacó de su oreja derecha un pedazo de papel de seda pacientemente arrollado.

Ved, por ejemplo, al obrero español, el tipo que mas resiste á la invasion de las costumbres extranjeras: rebelde á la blusa, la cachucha y la actividad del obrero frances, el español conserva su sombrero redondo, su chaqueta y su manta para tener el derecho de conservar su inmobilidad é indolencia. Llega la tarde: son las cinco y estamos en primavera.

Watson había entornado los ojos, al mismo tiempo que su frente parecía obscurecerse, pasando por ella la sombra de un desfile de lejanas imágenes. Recordó la tarde en que Elena los había sorprendido cerca del río, á él y á Celinda, mientras ésta le enseñaba á tirar el lazo. Elena, para repeler tal recuerdo, se aproximó más al joven, apoyando sus manos en las solapas de su blusa.

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