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Actualizado: 2 de julio de 2025
Pero lanzó una tal carcajada, que su excelente hoja le cayó de la boca. La causa de su risa era el ver al capitán español y a su tripulación arrodillada ante una grosera imagen de San Pablo, que se golpeaban el pecho reiteradamente. El capitán, sobre todo, besaba una reliquia con fervor siempre creciente, y murmuraba: «San Pablo, ora pro nobis...» Pero San Pablo ¡ay! no se daba por entendido.
Y mientras esto decía, besaba el rostro terso y sonrosado de su gentil hermanita. La niña respondió entre sollozos: ¡Ay, María, te pierdo para siempre! No, querida, no... Me verás muchas veces... y hablarás conmigo. ¡Qué importa!..., te pierdo, hermana mía...
Y al mismo tiempo que el ahijado le besaba de nuevo la diestra, el matador entregó con la otra mano a los dos muchachos un par de duros. El padre tiró de la prole con excusas de agradecimiento, no acertando a expresar en sus confusas razones si el entusiasmo era por el regalo a los niños o por el billete para la corrida que iba a entregarle el criado del diestro.
Prostérnate ante la virtud decía Elías; tú, pecador indigno de ser perdonado. Ha dicho que tenías buen corazón. No, señoras: no lo tiene. Doña Paulita hizo esfuerzos heroicos para aparecer con cierta dignidad arquiepiscopal en el momento en que Lázaro le besaba la mano, arrodillado ante ella; pero su decoro de santa fué vencido por lo mucho que empezaba á tener de mujer.
Nadina, inclinando su orgullosa cabeza, le besaba el brazo. ¡Oh, héroe!... ¡Héroe mío! Después de esto volvió á erguirse fría y serena, sin más que una leve palpitación en las alillas de su nariz. Ya no la inquietaba el deseo de conocer inmediatamente aquellas cicatrices espantosas que le habían descrito los camaradas del valeroso soldado.
Carlos besaba el rizo de oro igual a los suyos, y contemplaba gravemente las facciones finas y delicadas de la que él llamaba su «mamaíta» con un dejo de protección varonil que se desarrollaba con la edad, como si adivinase en ella un ser débil y tímido a quien consolar y defender.
¡Virgen del Amor Hermoso! ¡El señorito Andrés! ¡Qué escuálido viene el pobrecito! ¡Si parte el corazón! Y al proferir tales palabras, como Andrés no se había apeado, le besaba una de las manos con efusión. A nuestro viajero le sorprendió agradablemente que su mal estado de salud partiese el corazón de una persona que nunca le había visto.
Deja que te retrate mis ensueños de gloria, deja que su recuerdo me arrebate. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Mira: tanto llegué á quererla un dia, tan loco y ciego estaba, que donde quiera que su pié ponia, su dulce huella con afan besaba.
Cuando lo vi... cuando me miró, parecióme que mi alma descorría un velo misterioso, que se entraba en ella aquella mirada, que la llenaba, que la besaba, que la acariciaba, que la encendía... sentí... un placer doloroso... debí ponerme pálida. Y seria como una difunta. Yo creo que él también vaciló. Pues ya lo creo.
Se acercaba todos los días con timidez, cual si la viese por vez primera y temiese ser rechazado; la besaba con adoración y recogimiento como una joya frágil que pudiera romperse bajo sus caricias. ¡Pobre Selivestroff! Era el único amante cuyo recuerdo conmovía a Leonora.
Palabra del Dia
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