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Actualizado: 22 de junio de 2025


A través del sarcófago provisional, en que se depositaron los restos de Bonaparte, se puso la espada que el muerto habia legado al general Bertran, y el sombrero que llevaba en Eylau, dado por el mismo al baron Gros. Seguimos hácia el fondo. Detrás del altar mayor, hay una escalera de mármol, que conduce á una cripta, ó bóveda subterránea, en donde se custodia una sepultura.

María Teresa encontraba allí numerosos amigos; además, Diana y Bertrán Gardanne, sus primos, pasaban allí también sus vacaciones. Toda esta brillante juventud llevaba a la casa de campo de los Aubry, una vida alegre y feliz. Algunas semanas después de su llegada, reinaba gran animación en el jardín.

Me imagino que no vas a extrañar a ese huraño. ¿No estaba Bertrán mejor aquí que en Alemania?... ¡Dios mío, Juan ha estado bastante áspero en estos días!... Es incomprensible que lo hayas podido soportar. Debería cuidarse de presentar semejante cara, y considerarse dichoso de que lo reciban aquí. ¿Por qué eres siempre dura con ese pobre joven?

Bien, amigo mío, reconozco ahí tu espíritu de iniciativa; pero por el momento, no veo la necesidad... ¡Oh! no, tío exclamó a su vez Bertrán, no vuelva a caer en sus historias de cristalería. Un poco de paciencia, que pronto vamos a dejarlos solos; entonces podrán conversar libremente y ocuparse de sus negocios.

No, Bertrán trabaja por la mañana, y Jaime no llegará de Viena hasta de aquí a unos días. ¡Y yo que recorría la gran avenida todas las mañanas, en busca de ustedes!... dijo Martholl. ¿A qué hora va usted? Un poco tarde; no soy madrugador, a causa del Club. Se queda uno hasta demasiado tarde.

El ruido del carruaje que entraba en la gran avenida devolvió a Teresa la noción del momento presente. Ante la escalinata, Bertrán saltó al suelo; Juan que iba a imitarlo, se detuvo, conmovido y feliz. Acababa de ver a la joven. Esta avanzaba hacia él, cordialmente, tendiéndole las manos. Gracias, por haber venido... Espero que se quedará algún tiempo con nosotros.

Cada una de nosotras tiene derecho a tratar de llegar primero para plantar la bandera vencedora. ¡Ah! exclamó Diana, ¡después de esto, nadie se atreverá a afirmar que la juventud femenina no es colonizadora! La hora de comer se acercaba. Habiendo dicho Bertrán Gardanne que iba a recibir a Juan, todo el mundo se dispersó, dándose cita para la noche en el Casino. Las dos primas fueron a vestirse.

Á sus órdenes tiene cincuenta mil soldados castellanos y leoneses, con más doce mil hombres de armas de las compañías francesas que tiene á sueldo, veteranos cuyo valor reconozco. También es un hecho la misión del sin par Bertrán Duguesclín cerca del Duque de Anjou, para atraerlo á la causa de Enrique y volver á España con tercios numerosos reclutados en Bretaña y Picardía.

A Juan lo contrarió mucho este aviso; habría deseado no mezclarse en el movimiento social durante su estancia en Etretat; pero juzgó que sería poco cortés rehusar la invitación, y contestó que no faltaría. Algunos momentos antes de la hora señalada, Juan, de vuelta de un paseo solitario, por la orilla del mar, leía en su cuarto. Al oír el aviso de Bertrán, cerró su libro con resignación y bajó.

¡El diablo me lleve, dijo por fin Burley, si al frente de esos caballos no ondea el estandarte con la doble águila de Duguesclín! Así es, dijo el de Angus, y con él los caballeros franceses alistados en Bretaña y Anjou. Cuatro mil jinetes lo menos, repuso Guillermo Fenton. Y allí veo al gran Bertrán en persona, junto á su bandera.

Palabra del Dia

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